El elefante, el toro, el asno y los demás animales
Félix de Samaniego
Todos los animales, los mansos y las fieras, decidieron reunirse,
pues querían remediar ciertos males, llegados desde los bosques,
en un campo lleno de congregaciones. Entonces, desde una roca
pelada y alta, un asno los convocó con la trompeta.
Los animales acudieron al llamado y fueron instruidos en el
asunto que había motivado la convocatoria y por el que serían
responsables. El pollino actuaba como heraldo de Júpiter y les
previno que debían responder de sus acciones ante el dios, pues
la asamblea contaba con su permiso. Entonces se armó el barullo.
El elefante logró imponer silencio y dirigió a los asistentes este
discurso:
-Amigos, es sabido por todos que yo soy el más fuerte en el mun-
do: arranco los árboles con la mano, venzo al león, y es claro que
un golpe de mi cuerpo en la muralla abre en ella una brecha.
En la paz y en la guerra soy tenido por un animal invencible, no
solo por mi fuerza y por mi gran cuerpo que hace temblar la tie-
rra donde pasa.
Hizo una pausa, observó contento la atención que le prestaba la
concurrencia, y continuó:
-Amigos, y con todo eso solo de vegetales me alimento! Y como
a nadie daño, soy querido y muy respetado. Aprendan, pues, de
mí, crueles fieras, dejen de ser carniceras, ya no hagan atroces
muertes con el fin de comer. No serán ni menos fuertes ni menos
respetadas, pero sí, en cambio, muy estimadas de grandes y pe-
queños animales.
-¡Qué bien piensa! -- dijeron unos animales.
-¡Gran discurso! -añadieron otros.
Y nadie se opuso a las reflexiones del elefante.
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crei que iba Aser algo corto
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Respuesta:
No hay que ser envidioso
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