el echo mas sangriento del siglo xx tuvo lugar entre los anos
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Mucha gente afirma, muy a la ligera, que el siglo XX fue el más sangriento de toda la historia. La realidad es que los números afirman todo lo contrario. Somos propensos a pensar que la vida moderna es más violenta porque los registros históricos de épocas recientes son más completos y porque nos preocupa más la violencia reciente que la pasada. Los estudios arqueológicos y etnográficos sugieren que el 15% de la población de sociedades humanas sin un Estado mueren de forma violenta. La mortalidad durante el s. XX debida a guerras, genocidios y hambrunas no supera el 5% de la población. En Europa, las tasas de homicidios han disminuido unas 30 veces desde la Edad Media, pasando de unos 40 por cada 100 mil personas por año en el siglo XIV, hasta 1,3 a finales del s. XX. Prácticas comunes durante milenios, como los sacrificios humanos, la persecución de brujas y herejes, la esclavitud, los deportes sanguinarios, la tortura y la mutilación punitiva, las ejecuciones sádicas (como quemar, romper los huesos, la crucifixión, el destripamiento o el empalamiento) y la ejecución por cometer crímenes sin víctimas han sido abolidas en la mayor parte del mundo. ¿Por qué ha disminuido la violencia? Según Steven Pinker, «Decline of violence: Taming the devil within us,» Nature 478: 309–311, 20 October 2011, la causa es una combinación de la empatía, la educación y la inteligencia, es decir, las fuerzas de la razón, la razón pura. Si tienes acceso al artículo y te interesa este tema, disfrutarás con su lectura. ¿Qué opinas? ¿Fue el siglo XX el menos sangriento de toda la historia de la humanidad?
Respuesta:
Explicación:
Aunque la guerra no es ajena a la naturaleza, puede decirse que ha sido el juego predilecto de la Humanidad. Cada gran invención siempre tuvo una aplicación bélica inmediata: el fuego, los instrumentos de piedra, hierro, bronce o acero; la rueda y el carro; la honda, el arco y la flecha; los barcos, la pólvora, la electricidad, el telégrafo y la radio; el avión y, por supuesto, la energía atómica han formado parte de sus mortíferos arsenales. Y la política, el arte o la ciencia de convivir y negociar entre los hombres ha marcado su principio y su fin. Muchos han teorizado sobre la guerra, desde Sun Tzu, pasando por Julio César hasta Carl von Clawsevitz, quien es el que mejor nos explica, quizá por su lúcida frialdad, cómo el siglo del progreso ha protagonizado la mayor apoteosis bélica de la Historia: «La guerra es la continuación de la política por otros medios», reza el infeliz tópico acuñado por este oficial prusiano que sufrió las campañas napoleónicas.
En todos los tiempos hubo guerras. Y miles de muertos entre combatientes y civiles. Y asedios, represalias, matanzas, escaramuzas y batalles campales. Desastres navales, victorias pírricas o sobrecogedoras, derrotas humillantes, incluso honorables. Hubo arrojo, valentía, actos de entrega y solidaridad, pero también bárbaras salvajadas, traiciones, hambre y miseria. Pero, a lo largo de todo el siglo XX, las guerras libradas como antaño y por las mismas u otras sinrazones elevaron la muerte a cotas inimaginables, porque la política puso a jugar a la ideología y el nacionalismo con la técnica para sobrepasar todos los horrores de antaño. El soldado y escritor alemán Ernst Jünger ya ofreció tras la Primera Guerra Mundial el paisaje desolador de la batalla bajo la técnica en sus «Tempestades de acero».
La técnica multiplicó por diez mil los estragos. Julio Ponte Iglesias pasa revista este domingo, en la primera entrega de «La Larga Guerra del siglo XX, 1914-1989», a las bajas habidas en la I Guerra Mundial, el genocidio de Armenia, la Guerra Civil Rusa, la Guerra de España, la II Guerra Mundial, la Guerra Civil China, la Independencia de India, las guerras coloniales de Indochina y la de Corea y el conflicto palestino-israelí, para concluir que siempre hubo más muertos entre la población civil que entre los combatientes. Y es que los débiles y los inocentes siempre pagan las cuentas de los poderosos y sus ejércitos.
Los protagonistas
Más de un centenar de biografías recalarán por las páginas de «La Larga Guerra del siglo XX». Estos son algunos de sus protagonistas:
Lenin (1870-1924)
Dirigente bolchevique, se encontraba en Suiza cuando estalló la I Guerra Mundial, a la que se oponía. Alemania le facilitó un tren para que regresara a Rusia, donde había estallado la rebelión que derrocó a Nicolás II en 1917. Enseguida se enfrentó con el Gobierno Provisional de Alexander Kerenski, tomó el poder y firmó la paz con los Imperios Centrales en 1918. La guerra civil continuó en Rusia hasta 1922.
Adolf Hitler (1889-1945)
Nombrado canciller en 1933, eliminó los partidos y rearmó el ejército. La debilidad de Francia en Inglaterra permitió que se anexionara Austria e invadiera Checoslovaquia. Cuando firmó el tratado de paz con Stalin, se repartieron Polonia. Francia e Inglaterra declararon la guerra. Invadió Europa occidental y atacó Gran Bretaña sin éxito. Cuando lanzó su ofensiva contra la URSS en 1941, y Japón atacó a EE.UU, las potencias del Eje sentenciaron su destino.
Winston Churchill (1874-1965)
Primer ministro de Gran Bretaña en 1940 tras la dimisión de Neville Chamberlain. Encabezó la resistencia británica contra Hitler sólo ofreciendo «sangre, sudor y lágrimas» a sus compatriotas durante los bombardeos alemanes. Al final, ganó la guerra junto con Roosevelt, Truman y Stalin.
Mao Zedong (1893-1976)
Dirigente comunista, primero combatió a los invasores japoneses en alianza con el dirigente nacionalista Chiang Kai-shek, su mayor enemigo político. Después, se embarcaría en una guerra civil, aunque no llegó a derrotar al Kuomintang, que se refugia en la isa de Taiwan. Proclama la República Popular China que gobierna a sangre y fuego hasta su muerte.