El arte es único, porque se caracteriza por el aura. La industria cultural es reproducción. ¿Estas ideas tienen que ver con este cuadro de los años 60 del siglo XX, de Andy Warhol, sobre la modelo y actriz Marilyn Monroe? ¿Por qué sí o por qué no?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
A la hora de hablar de Andy Warhol resulta prácticamente imposible descubrir la
verdad absoluta sobre su vida. En su figura se dieron una serie de circunstancias que
favorecieron tanto la creación del genio como la del comerciante. Su aura de divinidad,
así como su carisma, acompañados de su talento y siempre envuelto en un halo de
misterio, contribuyeron a su fama y prestigio.
Si por algo se caracterizó Andy Warhol fue por ser un artista de lo más polifacético.
Aunque comenzó siendo escaparatista y publicitario, siempre luchó por ser reconocido
como un artista, estatus que consiguió cuando fue reconocido como el mayor referente
del Pop Art. Fue capaz de dar protagonismo a elementos de la vida cotidiana
estadounidense, como las cajas de estropajo Brillo, las latas de sopa Campbell, las
botellas de Coca-Cola o los billetes de dólar. Al ser preguntado por los motivos que le
llevaban a representar estos elementos en sus cuadros, él se limitaba a responder que los
había visto durante toda su vida, desde que era pequeño, y que eran objetos simples que
retrataba sin otorgar ningún tipo de belleza. Pese a la claridad de la explicación, era una
pregunta recurrente a Warhol cuando era entrevistado: ¿Por qué representaba aquellos
objetos?, ¿qué quería transmitir? Lo cierto es que con esto, y de una manera consciente,
el artista cambió por completo el carácter elitista del arte.
A la vez que se consagraba como artista pop, se atrevía con la fotografía, llevando
siempre encima su cámara polaroid con la que hizo de cronista de su época, retratando a
personajes tan dispares como Yves Saint Laurent, Mick Jagger o Dolly Parton. Todos
parecían rendirse al encanto de Warhol.
Por último, el artista se adentró en el mundo del cine, donde llegó a dirigir un extenso
número de cortos que rompían completamente con la ley de narración, con títulos como
Sleep (1963), Kiss (1965) y Empire (1965), aunque al año siguiente aprovechó esta
capacidad que le daba el cine para contar historias, como en The Chelsea Girls (1966
Explicación: