El 8 de diciembre de 1829 y en medio de un gran entusiasmo, Juan Manuel de Rosas se hizo cargo del gobierno de la provincia de Buenos Aires y asumió el mando en uso de las “facultades extraordinarias” que le habían sido otorgadas. En 1830, la Legislatura le otorgó el título de “Restaurador de las Leyes” y así comenzó una historia que finalizará 23 años después, precisamente el febrero de 1852, cuando cae derrotado por Urquiza en la batalla de Caseros. Durante el transcurso de su primer gobierno, el país no estaba organizado como una nación, sino que las provincias mantenían fuertes diferencias entre si y los caudillos pugnaban cada uno por los intereses particulares de sus territorios, librando feroces combates que ensangrentaron estas tierras. Algunos de ellos, en representación de Córdoba, Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja, San Juan, San Luis, Tucumán, Salta y Mendoza, habían conformado la “Liga Unitaria”, mientras que por otro lado, las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, adhirieron al llamado “Pacto Federal”, confirmando así que nadie supiera definir el camino que conduciría a la paz y a la organización nacional.
Desde el principio de su gobierno Rosas declaró enemigo al partido unitario y utilizó la famosa divisa: “El que no está conmigo, está contra mí” para atacarlos, por lo que puso a su favor a los burgueses, conservadores y reaccionarios, a los católicos, a los gauchos descontentos, a los indios, a la plebe urbana y a parte de la población rural. Rosas apareció como un restaurador, debido a la actitud de desprecio, de violación de derechos que habían dado los anteriores gobiernos. En su contra aparecieron los unitarios, los jóvenes ilustrados, los liberales, los militares y viejos patricios de la revolución. Su gobierno era centralista, respetuoso de los señores feudales siempre y cuando estos le estuviesen sometidos. Dispuso varias medidas contra los unitarios integrantes de la ”liga unitaria” que firmaron el “Pacto Federal” en 1831. Controló severamente los gastos públicos y conjugó el déficit del erario que había encontrado al asumir. Exigió la incorporación de los extranjeros al ejército nacional y reglamentó las atribuciones de los Jueces
Segundo gobierno de Rosas.
El 13 de abril de 1835, los porteños, en masa, asistieron a los actos celebratorios de la ascensión de JUAN MANUEL DE ROSAS al Gobierno de Buenos Aires, por segunda vez. Las calles por donde pasó Rosas con su comitiva, desde la Casa de Representantes hasta el Fuerte, estaban ornamentadas con grandes colgaduras de damasco rojo, mantones, cortinas y colchas que pendían de todas las puertas, ventanas y balcones. Los postes estaban cubiertos de guirnaldas de laurel y de sauce, el suelo de la calzada alfombrado de rojo. La plaza, la pirámide de Mayo y la Recova circundante cubiertas con trofeos de lienzo pintado, emblemas, figuras e inscripciones laudatorias al gobernante. En la esquina del Cabildo histórico se había erigido un arco de triunfo, en cuyo centro una pira simbolizaba el fuego y la pureza del amor de los buenos federales a su “Libertador y Padre”.
Fue su gobierno un espejo donde se reflejaron la violencia y el desorden que caracterizaron a esa etapa nefasta de nuestra historia, ensangrentada por las luchas fratricidas que inspiró los más descabellados proyectos hegemónicos promovidos por caudillos, caciques y capitanejos aborígenes e intrigantes profesionales. La policía, el ejército, la prensa y las masas estaban decididamente a su favor y tras formar su propio “Partido Restaurador Apostólico”, y con el apoyo de la Sociedad Popular Restauradora, conocida como “La mazorca”, que aterrorizaba a sus adversarios unitarios, comenzó a erigirse en dueño absoluto del poder. Quizá Formó alianzas con los líderes de las demás provincias argentinas, logrando el control del comercio y de los asuntos exteriores de la Confederación, fue en el ámbito de la política exterior, donde Rosas, durante éste, su segundo gobierno, marcó su impronta, poniendo énfasis en la defensa de la soberanía nacional en todos sus aspectos y particularmente contra la agresión extranjera y es hoy evidente que los problemas surgidos con dos grandes potencias europeas de esa época: Francia e Inglaterra, se debieron en gran parte a la actividad de los “unitarios” exilados en el Uruguay, quienes procuraron obtener la ayuda de estas naciones, para derribar a Rosas.
ROSAS ocupó el cargo desde 1835 hasta 1852, largo período en que aplicó sistemáticamente su anunciado propósito de castigar a todos aquellos que se oponían a su voluntad. Había aceptado el gobierno, luego de que sus conciudadanos le otorgaran la suma del poder y desde un principio, hizo pública la dura misión que debería cumplir.
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Respuesta: no entiendo q hay q hacer?
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floresjuani2019:
cual seria la pregunta?
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