EJEMPLOS DE OPOSISION A TEORIAS CIENTIFICAS
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
¿Es intolerante el cristianismo?
Dado que la mayor parte de los científicos de la civilización greco-romana fueron paganos, la primera forma de la contraposición está bastante relacionada con la segunda.
Una versión más moderna y cada vez más extendida de esta controversia sustituye la ciencia o el paganismo por el ateísmo. Según esta hipótesis, ampliamente divulgada por los medios de comunicación, hasta el punto de que mucha gente ha llegado a creérselo, las personas con creencias religiosas serían casi siempre intolerantes, mientras que los ateos casi nunca lo son.
La tolerancia, si se lleva al extremo, se destruye a sí misma, pues quien la considera la virtud suprema no puede tolerar a los intolerantes, y por tanto se vuelve intolerante.
Hemos visto que al cristianismo se le acusa de intolerancia. Para demostrarlo, se señalan esencialmente cuatro ejemplos: la persecución de los científicos, al estilo de Ágora; las cruzadas; las guerras de religión entre católicos y protestantes; y la inquisición, con énfasis especial en la española. Hasta cierto punto, todas estas cosas son verdad, pero sólo hasta cierto punto..
La cuestión de las cruzadas, como se suele presentar, es un caso clásico de pérdida del sentido de la historia. Es verdad que ahora disponemos de más datos históricos que nunca, porque en los últimos siglos se ha descubierto muchísima información sobre el pasado de la humanidad, pero nuestros estudiantes casi no estudian historia, por lo que el hombre culto medio sabe infinitamente menos que el de cualquier otra época, que disponía de muchos menos datos.Hoy nos resultaría inconcebible emprender una guerra para liberar Tierra Santa de los infieles, pero no porque seamos menos belicosos o más tolerantes, sino porque nos importan cosas distintas. Las tremendas guerras desencadenadas durante el siglo pasado lo demuestran: la mayor de todas tenía por objeto asegurar el predominio de la raza aria sobre los demás pueblos de la Tierra. Algunas guerras intentaban promover o detener el avance del comunismo. Otras buscaban resolver cuestiones de supremacía racial o nacionalista (entre servios, cróatas y bosnios; entre hutus y tutsis); alguna se hizo para derrocar a un tirano; y sí, también ahora existen guerras de religión, como demuestra la campaña de exterminio de cristianos en Darfur, pero son las menos, y no son precisamente los cristianos quienes las empiezan, sino quienes las sufren, por lo que se convierten en conflictos olvidados.
Si se miran los datos con imparcialidad, da la impresión de que, cuanto más avanzamos, más violentos y sanguinarios nos volvemos. El número de víctimas de las guerras es cada vez mayor, no más pequeño. Pero lo peor no es eso: antes del siglo XX, la guerra tenía normas reconocidas por todos, que protegían a la población civil y trataban de evitar que surgiese una excesiva animosidad entre los contendientes. El objetivo era vencerlos, no destruirlos. La invención de los gases venenosos durante la primera guerra mundial, que Isaac Asimov llama el pecado de los científicos [11], porque fue el primer descubrimiento cuyo único objetivo práctico era provocar la muerte de seres humanos, dio paso a una nueva era, la de la lucha sin cuartel, el fomento del odio a muerte entre los contrincantes, los bombardeos de ciudades, que alcanzaron el paroxismo con la obliteración atómica de Hiroshima y de Nagasaki.
Pasemos a la inquisición española: este tribunal estuvo en vigor durante algo más de trescientos años. Aunque es difícil obtener cifras exactas, porque no se conservan todos los datos, la mayor parte de los historiadores coinciden en señalar que, en ese tiempo, el número total de ejecuciones estuvo comprendido entre 3000 y 5000, que es mucho menor que el número de penas de muerte ejecutadas por la autoridad civil. Es aproximadamente equivalente al número de penas de muerte que aún hoy, cuando este castigo está en retroceso en todo el mundo, se ejecutan en China cada año, o al de los guillotinados en la revolución francesa por el gobierno de Robespierre durante el año del terror (un ritmo 300 veces mayor). Es un número ridículo si se compara con los millones de víctimas ejecutadas en diez años por los nazis. No estoy tratando de justificar las sentencias de la inquisición, pero ¿cómo se puede acusar a los cristianos de ser más intolerantes que nadie ante semejantes términos de comparación?
Explicación:
La realidad es muy sencilla: a los ateos les molesta que los creyentes crean. Les ofende que den testimonio público de su fe. En cambio, que nadie se atreva a discutir su derecho a exhibir su ateísmo, y a despreciar u ofender a los que no piensan como ellos. ¿Quién es más tolerante, el que ofende sin admitir respuesta, o el que se traga los insultos y las discriminaciones?