Historia, pregunta formulada por valen0839r, hace 3 meses

ejemplo de la unificación española.

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Contestado por 70464931
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Respuesta:

EL CASO ESPAÑOL: DE LA MONARQUÍA AL ESTADO-NACIÓN

El caso histórico de España permite abordar esa tensión entre la diversidad de proyectos concurrentes y la capacidad de algunos de ellos para arraigar con más fuerza que otros, asentando en el imaginario colectivo determinados elementos comunes. Probablemente, de los proyectos de Estado en competencia -los modelos de Estado que defendían cada partido o cada grupo social-, ninguno consiguió imponerse por completo; pero todos, incluso los más contestatarios, dejaron alguna huella en el resultado final, el Estado que realmente se construyó. Considerar esta tensión existente detrás del proceso histórico de construcción del Estado nos muestra que el resultado no estaba determinado desde el principio, sino que se fue definiendo en un marco de conflictos y consensos muy fluido. No había un proyecto "realista" destinado a triunfar en la lucha sobre otros de carácter más "utópico", sino un conjunto de imaginarios de Estado concurrentes, a los que sólo a posteriori asignamos etiquetas en función de la suerte que corrieron.

En España, como en otros países de Europa, hubo un proceso de fortalecimiento del poder real y de racionalización de su administración durante el siglo XVIII. Esa centralización chocó con algunos límites infranqueables, como los que le oponían la necesidad de preservar los privilegios estamentales y corporativos, el poder de la Iglesia o las jurisdicciones señoriales y municipales. Lo que ello significó fue que, a pesar de los cambios que el reformismo de la dinastía borbónica trajo a la vieja Monarquía de los Habsburgo, no fueron suficientes para convertirla en un verdadero Estado.14 La Monarquía mantuvo su constitución fundamental al servicio de los intereses dinásticos.

Explicación:

EL CASO ESPAÑOL: DE LA MONARQUÍA AL ESTADO-NACIÓN

El caso histórico de España permite abordar esa tensión entre la diversidad de proyectos concurrentes y la capacidad de algunos de ellos para arraigar con más fuerza que otros, asentando en el imaginario colectivo determinados elementos comunes. Probablemente, de los proyectos de Estado en competencia -los modelos de Estado que defendían cada partido o cada grupo social-, ninguno consiguió imponerse por completo; pero todos, incluso los más contestatarios, dejaron alguna huella en el resultado final, el Estado que realmente se construyó. Considerar esta tensión existente detrás del proceso histórico de construcción del Estado nos muestra que el resultado no estaba determinado desde el principio, sino que se fue definiendo en un marco de conflictos y consensos muy fluido. No había un proyecto "realista" destinado a triunfar en la lucha sobre otros de carácter más "utópico", sino un conjunto de imaginarios de Estado concurrentes, a los que sólo a posteriori asignamos etiquetas en función de la suerte que corrieron.

En España, como en otros países de Europa, hubo un proceso de fortalecimiento del poder real y de racionalización de su administración durante el siglo XVIII. Esa centralización chocó con algunos límites infranqueables, como los que le oponían la necesidad de preservar los privilegios estamentales y corporativos, el poder de la Iglesia o las jurisdicciones señoriales y municipales. Lo que ello significó fue que, a pesar de los cambios que el reformismo de la dinastía borbónica trajo a la vieja Monarquía de los Habsburgo, no fueron suficientes para convertirla en un verdadero Estado.14 La Monarquía mantuvo su constitución fundamental al servicio de los intereses dinásticos.

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