Durante la denominada "prosperidad falaz" el Perú tuvo un aumento considerable en sus ingresos económicos, producto de la venta del guano de las islas. ¿Qué ocurrió en Europa que llevó a la necesidad de adquirir el guano?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Retomando la frase de Jorge Basadre sobre «la prosperidad falaz» –dicha para otra época, aunque en el Perú las cosas dan vuelta pero parece que nunca cambian–, afrontamos el que es, quizás, el obstáculo más poderoso para cualquier cambio profundo: el actual espejismo de progreso. Este fenómeno tiene consecuencias materiales porque efectivamente en el Perú la riqueza crece, sobre todo entre los allegados tanto directa como indirectamente al proceso reprimarizador de la economía, y también simbólicas, porque causa la ilusión en sectores mayores de la población de que el crecimiento también puede llegarles y de que eventualmente podrán participar de él. El obstáculo se vuelve profundo porque las ilusiones de progreso a partir de algún recurso son parte de la historia peruana: el oro y la plata durante la Colonia, el guano y el salitre a mediados del siglo XIX, el caucho a principios del siglo XX, la harina de pescado en la década de 1960, la minería y el gas hoy en día. Esta prosperidad falaz parece que formara parte de nuestro irresuelto ser nacional.
Efectivamente, el país ha producido en las últimas dos décadas una cantidad de riqueza sin parangón en su historia. Según el Banco Central de Reserva del Perú, el PIB ha crecido entre 2001 y 2012 en la cifra récord de 6% de promedio anual; y este mismo PIB se ha multiplicado por cuatro en el periodo que va de 1994 a 2012, y por dos entre 2001 y 2012. Pero, al mismo tiempo, esta riqueza está repartida de manera absolutamente desigual. De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el ingreso del 20% más rico de la población es 18,5 veces mayor que el ingreso del 20% más pobre. Esto se va a reflejar en la distribución de la riqueza nacional: solo dos de cada diez soles del PIB, entre 2001 y 2009, se pagan en remuneraciones a los trabajadores, mientras que más de seis se van a utilidades de los empresarios.