Tecnología y Electrónica, pregunta formulada por smithxd23, hace 23 horas

doy corona historieta de las cinco semillas de naranja de arthur conan doyle

Respuestas a la pregunta

Contestado por shanyeponcelemos
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Respuesta:

Cuando reviso mis notas y memorias de los casos de Sherlock Holmes en el intervalo

del 82 al 90, me encuentro con que son tantos los que presentan características extrañas

e interesantes, que no resulta fácil saber cuáles elegir y cuáles dejar de lado. Pero hay

algunos que han conseguido ya publicidad en los periódicos, y otros que no ofrecieron

campo al desarrollo de las facultades peculiares que mi amigo posee en grado tan

eminente, y que estos escritos tienen por objeto ilustrar.

Hay también algunos que escaparon a su capacidad analítica, y que, en calidad de

narraciones, vendrían a resultar principios sin final, mientras que hay otros que fueron

aclarados sólo parcialmente, estando la explicación de los mismos fundada en

conjeturas y suposiciones, más bien que en una prueba lógica absoluta, procedimiento

que le era tan querido. Sin embargo, hay uno, entre estos últimos, tan extraordinario por

sus detalles y tan sorprendente por sus resultados, que me siento tentado a dar un relato

parcial del mismo, no obstante el hecho de que existen en relación con él determinados

puntos que no fueron, ni lo serán jamás, puestos en claro.

El año 87 nos proporciona una larga serie de casos de mayor o menor interés y de

los que conservo constancia. Entre los encabezamientos de los casos de estos doce

meses me encuentro con un relato de la aventura de la habitación Paradol, de la

Sociedad de Mendigos Aficionados, que se hallaba instalada en calidad de club lujoso

en la bóveda inferior de un guardamuebles; con el de los hechos relacionados con la

pérdida del velero británico Sophy Anderson; con el de las extrañas aventuras de los

Grice Patersons, en la isla de Ufa, y, finalmente, con el del envenenamiento ocurrido en

Camberwell. Se recordará que en este último caso consiguió Sherlock Holmes

demostrar que el muerto había dado cuerda a su reloj dos horas antes, y que, por

consiguiente, se había acostado durante ese tiempo..., deducción que tuvo la mayor

importancia en el esclarecimiento del caso. Quizá trace yo, más adelante, los bocetos de

todos estos sucesos, pero ninguno de ellos presenta características tan sorprendentes

como las del extraño cortejo de circunstancias para cuya descripción he tomado la

pluma.

Nos encontrábamos en los últimos días de septiembre y las tormentas

equinocciales se habían echado encima con violencia excepcional. El viento había

bramado durante todo el día, y la lluvia había azotado las ventanas, de manera que,

incluso aquí, en el corazón del inmenso Londres, obra de la mano del hombre, nos

veíamos forzados a elevar, de momento, nuestros pensamientos desde la diaria rutina de

la vida, y a reconocer la presencia de las grandes fuerzas elementales que ladran al

género humano por entre los barrotes de su civilización, igual que fieras indómitas

dentro de una jaula. A medida que iba entrando la noche, la tormenta fue haciéndose

más y más estrepitosa, y el viento lloraba y sollozaba dentro de la chimenea igual que

un niño. Sherlock Holmes, a un lado del hogar, sentado melancólicamente en un sillón

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