dos poemas de la paz
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2Rafael Alberti.
"¡Paz, paz, paz! Paz luminosa.
Una vida de armonía
sobre una tierra dichosa."
"Paz sin fin, paz verdadera.
Paz que al alba se levante
y a la noche no se muera.
"¡Paz, paz, paz! Paz luminosa.
Una vida de armonía
sobre una tierra dichosa."
"Paz sin fin, paz verdadera.
Paz que al alba se levante
y a la noche no se muera.
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La palabra paz Víctor Heredia
Cuántas veces de mañana salgo a caminar al campo y el silbido del arriero te nombra. Que haya paz en la Tierra, reza una vieja oración, y yo me pregunto y pregunto pero no me dan razón. Es por eso, viejo amigo, que un sólo favor te pido: alza tu sangre esta noche ven conmigo, ven conmigo. Y ayuda a encontrar respuesta a la paz que se ha perdido, a la paz que se ha perdido en el mundo de los hombres como un niño sin saber. Y cada madre que pase, con un hijo en las entrañas, sabrá que la paz del mundo es un viento que acaricia y que crece en el amor. Ven conmigo, ven conmigo. Y por cada hombre que nazca cada soldado que vuelva, la sonrisa de una novia, la alegría de una madre, en tu pecho cantará. Ven conmigo, ven conmigo, ven conmigo.
Pido la paz y la palabra Blas de Otero
Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre aquel que amó, vivió, murió por dentro y un buen día bajó a la calle: entonces comprendió: y rompió todos sus versos. Así es, así fue. Salió una noche echando espuma por los ojos, ebrio de amor, huyendo sin saber adónde: a donde el aire no apestase a muerto. Tiendas de paz, brizados pabellones, eran sus brazos, como llama al viento; olas de sangre contra el pecho, enormes olas de odio, ved, por todo el cuerpo. ¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay! Ángeles atroces en vuelo horizontal cruzan el cielo; horribles peces de metal recorren las espaldas del mar, de puerto a puerto. Yo doy todos mis versos por un hombre en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso, mi última voluntad. Bilbao, a once de abril, cincuenta y tantos.
Cuántas veces de mañana salgo a caminar al campo y el silbido del arriero te nombra. Que haya paz en la Tierra, reza una vieja oración, y yo me pregunto y pregunto pero no me dan razón. Es por eso, viejo amigo, que un sólo favor te pido: alza tu sangre esta noche ven conmigo, ven conmigo. Y ayuda a encontrar respuesta a la paz que se ha perdido, a la paz que se ha perdido en el mundo de los hombres como un niño sin saber. Y cada madre que pase, con un hijo en las entrañas, sabrá que la paz del mundo es un viento que acaricia y que crece en el amor. Ven conmigo, ven conmigo. Y por cada hombre que nazca cada soldado que vuelva, la sonrisa de una novia, la alegría de una madre, en tu pecho cantará. Ven conmigo, ven conmigo, ven conmigo.
Pido la paz y la palabra Blas de Otero
Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre aquel que amó, vivió, murió por dentro y un buen día bajó a la calle: entonces comprendió: y rompió todos sus versos. Así es, así fue. Salió una noche echando espuma por los ojos, ebrio de amor, huyendo sin saber adónde: a donde el aire no apestase a muerto. Tiendas de paz, brizados pabellones, eran sus brazos, como llama al viento; olas de sangre contra el pecho, enormes olas de odio, ved, por todo el cuerpo. ¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay! Ángeles atroces en vuelo horizontal cruzan el cielo; horribles peces de metal recorren las espaldas del mar, de puerto a puerto. Yo doy todos mis versos por un hombre en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso, mi última voluntad. Bilbao, a once de abril, cincuenta y tantos.
yordy2006:
seguro que es un poema de la paz
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