dos desafíos que toda sociedad tiene pendiente, para terminar con las desigualdades entre las clases sociales por su origen y raíces étnicas.
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Empoderamiento económico: las mujeres tienen un potencial inmenso para dinamizar la economía de los países, pero en muchas ocasiones la discriminación de género lastra estas expectativas. A menudo las mujeres acaban desempeñando trabajos no remunerados y poco seguros, y siguen ocupando menos puestos directivos en las empresas. Adicionalmente, su menor acceso a los sistemas financieros limita su participación en la vida económica. En este frente, es importante promover la creación de más productos financieros para aumentar la alfabetización financiera entre esta población, y en la creación de programas de emprendimiento para la independización de ingresos.
Más representación política: aunque la proporción de escaños parlamentarios ocupados por mujeres en la región es del 24% -la más alta del mundo- todavía existen barreras culturales y económicas que evitan una mayor representación de la mujer en cargos públicos. La representación de las mujeres en los legislativos nacionales pasó del 15% en 2000 a 23% en 2012, pero varios países en la región mantienen con porcentajes muy bajos. En países como Brasil, Panamá o Barbados, las mujeres tienen menos del 10% del total de los legisladores. Estas cifras evidencian que las mujeres siguen estando rezagadas en cuanto a su representación política, y más si se tiene en cuenta que las mujeres suman la mayoría de la población de la región.
Igualdad laboral y salarial: a pesar de grandes avances en los últimos años, la población económicamente activa es significativamente más baja en las mujeres, en comparación que la de los hombres (54% y 72%, respectivamente). Adicionalmente, los hombres siguen ganando más que las mujeres por un mismo trabajo. Ellas tienden a tener empleos en el sector de los servicios o en el servicio doméstico, y no en los campos de la alta tecnología, o en trabajos calificados. En Chile, Brasil, México y Perú, los varones profesionales pueden llegar a ganar hasta un 25% más que las mujeres. Para mejorar este escenario, es necesario contar con políticas públicas que incentiven la participación de mujeres en la fuerza laboral, y el aumento de las mujeres en la toma de decisiones en el sector privado.
Mitigar la violencia de género: en 2014 más de 1,678 mujeres murieron simplemente por ser mujer. Un total de 20 países de América Latina y el Caribe cuentan actualmente con leyes de violencia contra las mujeres, aunque sólo en ocho se asignan recursos específicos en su presupuesto nacional. 14 países han tipificado el delito de feminicidio y dos lo han establecido como un homicidio agravado por razones de género. Casi todos los países de la región tienen leyes contra la violencia doméstica, aunque en los próximos años los esfuerzos deberán orientarse en aplicarlas.
Fortalecimiento de las instituciones y legislación dirigida al género: se calcula que en los últimos 50 años se redujeron a la mitad las restricciones a los derechos de propiedad de la mujer, así como los obstáculos legales que impedían que se incorporaran íntegramente a la vida pública. Las leyes son esenciales para lograr la igualdad real entre hombres y mujeres. Por ejemplo, pueden obligar a incrementar las cuotas de género en las listas electorales; castigar con más firmeza el acoso sexual y la violencia de género; otorgar licencias de maternidad más acordes con la realidad laboral; o garantizar la representación de las mujeres en las instituciones públicas
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