Ciencias Sociales, pregunta formulada por marianabecerra510, hace 2 meses

donde se encuentra La haya?
(conflicto sobre Bolivia y Chile)​

Respuestas a la pregunta

Contestado por diazgodinezfrancisco
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Respuesta:

El Tribunal de La Haya falló a favor de Chile ante la demanda boliviana que exigía una salida al mar. El conflicto no solo tiene como marco razones históricas, sino que es utilizado políticamente tanto por Evo Morales como por Sebastián Piñera. A pesar del fallo del Tribunal, todavía es posible explorar otras alternativas consensuadas pero que exigirían concesiones que ninguno de los dos países parece dispuesto a hacer.

Durante los últimos 100 años, con pausas y treguas, los gobiernos de Chile y Bolivia han afrontado un problema de difícil solución: la demanda boliviana para obtener una salida soberana al océano Pacífico. Desde 2013, Bolivia interpuso una demanda en la Corte Internacional de Justicia de La Haya contra Chile para obligarlo a negociar, sobre la que la Corte Internacional de Justicia (CIJ) acaba de pronunciarse.

Por el lado boliviano, la demanda no implicaba una reclamación territorial, sino posicional. Es decir, una salida al mar sin ganancias territoriales sustanciales, aunque en realidad los bolivianos siempre rehusaron definir las imprescindibles implicaciones espaciales. En ocasiones, hablaron de un enclave costero. En otras, de un corredor. El presidente Evo Morales, con su característica incontinencia verbal, incluso llegó a mencionar el despropósito legal de recuperar Antofagasta, el territorio perdido en 1879. La reclamación se había apoyado en dos argumentos básicos. El primero sostenía que, a lo largo de medio siglo, Chile le había hecho ofertas para una salida soberana al mar, y que estas creaban obligaciones que el vecino debería satisfacer. Esto es justo lo que desestimó la CIJ. El segundo apuntaba a una construcción ideológica de décadas que describe la pobreza boliviana como relacionada con la pérdida de la «cualidad» marítima en 1879. Este es el convencimiento de la mayor parte de los bolivianos. Están convencidos de que una bandera nacional ondeando sobre los arrecifes los hará más grandes y más prósperos.

Para mover este discurso con ganancias políticas internas, el presidente Morales encabezó una campaña cotidiana que invocaba la solidaridad con el más débil y trataba de movilizar diferentes recursos políticos internacionales en escenarios multilaterales. Recordando aquella advertencia de Umberto Eco sobre la delgada línea que separa el exceso de virtud del desenfreno del pecado, todo lo hizo mediante una agitación estruendosa, en ocasiones insultante, que estremecía no solo a sus militantes, sino también las fibras nacionalistas de la opinión pública chilena.

Del lado chileno, la argumentación se apoyó en una idea fuerte: que ninguno de los contactos previos generó obligaciones. En función de esto, Chile adujo que había sido consecuente con los acuerdos contraídos en 1904, facilitando a Bolivia acceso al mar en condiciones económicas excepcionalmente buenas. Chile había ganado y, por tanto, no había nada que negociar, y todo lo que Morales hacía era ilegítimo pues se circunscribía a sus aspiraciones reeleccionistas. Aunque la actitud oficial chilena fue más sobria que la de sus contrincantes, no pudo resistirse a las manipulaciones ideológicas, como cuando se deploraba el resentimiento infundado de los bolivianos, incapaces de reconocer las virtudes del tratado de 1904 –impuesto manu militari–, cuando perdieron 120.000 kilómetros cuadrados de un territorio repleto de salitre y cobre (y con ello la salida al mar) a cambio de unos millones de pesos oro, un ferrocarril y acceso a dos puertos chilenos.

El fallo del Tribunal Internacional de La Haya fue tan contundente como anonadante. Primero, porque por nueve votos contra tres desestimó la demanda boliviana –que reclamaba la obligación chilena de conversar sobre el tema, formalmente y de «buena fe»– y ni siquiera exhortó a hacerlo. En segundo lugar, porque fue en contra de casi todas las predicciones que sugerían un fallo salomónico ligeramente inclinado en favor de la pretensión boliviana.

El paisaje después de la batalla

En Bolivia, donde todos esperaban una victoria fundamental que obligaría a los chilenos a negociar, el primer efecto fue el abatimiento. Luego, la sociedad ha podido escuchar a un presidente resurgiendo de la derrota, cambiando los términos del fallo –al que llama informe parcializado pero que, afirma, insta a conversar– y anunciando nuevas batallas. Para Morales es fundamental continuar la agitación chovinista, sencillamente porque de ello podría depender su dudosa reelección. Sin embargo, hay que reconocer que tiene cada vez menos lugares donde hacerla. Por ello, es presumible que mueva el asunto del ámbito jurídico al ético, enfatizando los argumentos emotivos y usando las formas emergentes de diplomacia desde una sociedad civil global que mira con simpatía el empeño reivindicativo del primer presidente indígena de un país muy pobre.

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