¡Dios ha muerto y nosotros somos quienes lo hemos matado! ¿Cómo nos consolaremos, nosotros, asesinos entre los asesinos? Lo que el mundo poseía de más sagrado y poderoso se ha desangrado bajo nuestro cuchillo. ¿Quién borrará de nosotros esa sangre? ¿Qué agua podrá purificarnos? ¿Qué expiaciones, qué juegos nos veremos forzados a inventar? ¿No es excesiva para nosotros la grandeza de este acto? ¿No estamos forzados a convertirnos en dioses, al menos para parecer dignos de los dioses? No hubo en el mundo acto más grandioso y las futuras generaciones serán, por este acto, parte de una historia más alta de lo que hasta el presente fue la historia.
Puede que estemos aún demasiado bajo las consecuencias inmediatas de este acontecimiento, y estas consecuencias inmediatas, sus consecuencias, no son para nosotros, al contrario de lo que se pudiera esperar, tristes y tenebrosas en absoluto, antes bien como una nueva especie de luz difícil de describir, como una felicidad, un alivio, un recreo, un sustento, una aurora… Efectivamente, nosotros, filósofos y «espíritus libres», ante la noticia de que el «viejo Dios ha muerto», nos sentimos como iluminados por una nueva aurora; nuestro corazón se inunda entonces de gratitud, de admiración, de presentimiento y de esperanza. Finalmente, se nos aparece el horizonte otra vez libre, por el hecho mismo de que no está claro, y por fin es lícito a nuestros barcos zarpar de nuevo, rumbo hacia cualquier peligro; de nuevo está permitida toda filosofía a aventura arriesgada de quien está en camino de conocer; la mar, nuestra mar se nos presenta otra vez abierta, tal vez no hubo nunca, aún, una «mar tan abierta»
(Friedrich Nietzsche. La gaya ciencia, V. §343)
Enumera, según el texto, las consecuencias de “la muerte de Dios”
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Explicación:
Considero de que entre lo que dijo Nietzsche y lo que interpretamos de sus palabras, hay un abismo de dimensiones extraordinarias.
En mi humilde opinión, Nietzsche podría referirse a que Dios había muerto como doctrina, pues se habla de que estaba en contra de las corrientes religiosas al considerarlas parte de la conquista de los imperios.
No obstante, admiraba ciertas figuras asociadas a esas doctrinas (como Jesús) y las separaba del dogma creado a posteriori por los seguidores de esas figuras (evangelistas).
A partir de este razonamiento, la muerte de Dios no es más que una analogía de la manipulación o malintepretación del mensaje de la figura (Jesús) por parte de los que lo escucharon y extendieron.
Si Dios creó al hombre y es natural preguntarse, ¿quién creó a Dios? Pues como respuesta a reflexionar, consideraría que Dios no fue creado. Siempre existió.