Filosofía, pregunta formulada por onichii, hace 7 meses

diferencias y semejanzas de la iliada y odisea

Respuestas a la pregunta

Contestado por Stiffmaster
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Respuesta:

Cercanía de las obras eternas

La Ilíada es el relato de la guerra de Troya. La Odisea narra el regreso de Ulises a su reino de Ítaca. Uno describe la guerra, el otro la restauración del orden. Ambos trazan el perfil de la condición humana. En Troya: la avalancha de las masas rabiosas manipuladas por los dioses. En la Odisea: Ulises circulando entre islas y buscando una escapatoria. Entre los dos poe- mas, una violentísima oscilación: maldición de la guerra aquí, posibilidad de una isla allá. Por un lado, el tiempo de los héroes, por otro, una aventura interior. En estos textos cristalizan toda una serie de mitos que, hace dos mil quinientos años, difundían los aedos entre la población de los reinos micénicos y de la Grecia arcaica. Nos parecen extraños, a veces monstruosos. Están llenos de criaturas horrendas, de h chiceras hermosas como la muerte, de ejércitos en desbandada, de amigos intransigentes, de esposas abnegadas y de furiosos guerreros. Se desatan tempestades, se desmoronan murallas, los dioses hacen el amor, las reinas sollozan, los soldados enjugan sus lágrimas en túnicas ensangrentadas, los hombres se sacan las tripas…, hasta que una delicada escena interrumpe la matanza y las caricias detienen la venganza.

Preparémonos: atravesaremos ríos y campos de batalla. Nos veremos inmersos en refriegas e invitados a la asamblea de los dioses. Soportaremos tempestades y aguaceros de luz, seremos nimbados por brumas, penetraremos en alcobas, visitaremos islas, nos asentaremos sobre arrecifes.

Habrá en ocasiones hombres que muerdan el polvo hasta morir. Otros alcanzarán la salvación. Siempre con los dioses velando. Y cada vez volverá a resplande cer el sol para revelar la belleza mezclada con la tragedia. Habrá hombres que lo darán todo por llevar su empresa a buen puerto, pero un dios jugará sus cartas tras cada uno de ellos. ¿Tendrá el hombre libertad para tomar sus propias decisiones o se someterá a su destino? ¿Será un simple peón o una criatura soberana?

Islas, cabos y reinos conforman el escenario de estos poemas. En la década de 1920, el geógrafo Victor Bérard lo localizó de forma muy precisa. Del Mare nostrum brotó una de las fuentes de nuestra Europa, hija tanto de Atenas como de Jerusalén.

¿De dónde vienen estos cantos, surgidos de las profundidades, que estallan en la eternidad? ¿Por qué nos siguen sonando tan inconfundiblemente familiares? ¿Cómo explicar que un relato de dos mil quinientos años resuene hoy con un brillo nuevo, con el centelleo de las aguas de una pequeña cala? ¿Por qué estos versos de inmortal juventud siguen iluminando el enigma de nuestro futuro?

¿Por qué esos dioses y esos héroes parecen tan amistosos?

Los héroes de estos cantos siguen viviendo en nosotros. Su arrojo nos fascina. Sus pasiones nos resultan familiares. Sus aventuras han forjado expresiones que usamos a diario. Son nuestros hermanos y hermanas evaporados: ¡Atenea, Aquiles, Áyax, Héctor, Ulises y Helena! Sus epopeyas han engendrado lo que somos, nosotros, los europeos: lo que sentimos, lo que pensamos. «Los griegos civilizaron el mundo», escribió Chateaubriand. Homero sigue ayudándonos a vivir. Hay dos hipótesis para ese misterio de la presencia de Homero.

Puede que los dioses existieran de verdad e inspiraran a su hagiógrafo, que le insuflaran una presciencia. Lanzado al abismo de los tiempos, el poema sería premonitorio, estaría destinado a encontrar nuestra época.

O puede que no haya nada nuevo bajo el sol de Zeus y los asuntos que atraviesan los poemas —la guerra y la gloria, la grandeza y la dulzura, el miedo y la belleza, la memoria y la muerte— sean el combustible de la hoguera del eterno retorno.

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