Religión, pregunta formulada por earaujoalba, hace 11 meses

diferencias entre las bienaventuranzas de san mateo y de san lucas

Respuestas a la pregunta

Contestado por heidymora070
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Explicación:

En el IV domingo del tiempo ordinario, en el ciclo A, se lee el evangelio de las bienaventuranzas según Mateo, mientras el domingo VI del año C se leen las bienaventuranzas según Lucas. La versión de Mateo es la que tradicionalmente se ha usado más en la liturgia, pero con los leccionarios posconciliares, que leen también Lucas, han aparecido notables diferencias. Esto es lo que explica el sacerdote español Hilari Raguer, historiador y especialista en labores de divulgación bíblica, cuando señala que hay quienes encuentran diferencias incluso en la presentación misma de las bienaventuranzas (Mateo las presenta como ocho y Lucas las organiza en cuatro), y hasta en los estilos, el primero visto más erudito y proverbial, mientras que el segundo más directo y cercano.

“Las bienaventuranzas son seguramente la enseñanza más genuina de Jesús. Pero ante las diferencias entre ambos evangelios cabe preguntarse cómo las proclamó Jesús, cuáles fueron sus palabras literales”, dice la reflexión, para luego añadir que más que pensar en una contraposición, probablemente fueron dirigidos a comunidades diferentes y en situaciones distintas.

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Mateo tiene ocho bienaventuranzas; Lucas, cuatro. Pero Lucas desdobla sus cuatro bienaventuranzas en cuatro “ayes” o lamentaciones: “bienaventurados los pobres” – “ay de los ricos”.

El estilo de Mateo es sapiencial, sentencioso, como los proverbios, en tercera persona: “bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. Lucas es directo, en segunda persona: “bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino del cielo”. Pero la diferencia que más llama la atención es que Mateo especifica que son bienaventurados los pobres “en el espíritu” y “los que tienen hambre y sed de ser justos”, mientras que para Lucas se trata de los pobres-pobres y de los que padecen hambre y sed físicamente, y remacha el clavo con los “ayes” contra los ricos y contra los hartos.

Al calor del creciente interés por el mensaje social del evangelio, algunos desprecian Mateo creyendo que rebajó la exigencia de pobreza. De hecho, durante muchos siglos las bienaventuranzas (y con ellas el cristianismo en general) se han predicado casi exclusivamente según Mateo y con una interpretación socialmente conformista y tranquilizadora, como si dijéramos a los pobres: “Felices vosotros. No sabéis la suerte que tenéis de ser pobres. No os imagináis las preocupaciones que padecemos los ricos, velando por la riqueza del país, de la que algo os llegará. Sobre todo, no se os ocurra hacer reivindicaciones, y menos revoluciones, porque perderíais la felicidad de que ahora gozáis. Eso, sin contar el premio que con seguridad os aguarda en el cielo, al salir de este valle de lágrimas, mientras que los ricos lo tenemos mucho más difícil”.

La asamblea del CELAM de Medellín del 1968, centrada en el tema de “La misión de la Iglesia en un continente en desarrollo”, rompió rotundamente con esta perversión del evangelio, al afirmar que la pobreza que tantas personas sufren sin quererla es un mal, y que solo es una virtud la que algunos escogen voluntariamente y se comprometen a luchar para que no la sufran los que la padecen muy a su pesar.

La interpretación conformista no es fiel al sentido de las bienaventuranzas según Mateo. No hay más que ver como a continuación, en el mismo sermón de la montaña, exhorta a no acumular tesoros en la tierra, y sentencia: “Nadie puede servir a dos señores… No podéis ser servidores de Dios y del dinero” (6,19-20). Cuando Mateo dice “Bienaventurados los pobres en el espíritu”, en realidad quiere decir: “Bienaventurados los pobres hasta en el espíritu”. O sea que para recibir esta bienaventuranza no basta con ser materialmente pobre pero codiciando la riqueza.

Las bienaventuranzas son seguramente la enseñanza más genuina de Jesús. Pero ante las diferencias entre ambos evangelios cabe preguntarse cómo las proclamó Jesús, cuáles fueron sus palabras literales (ipsissima verba). Tuvo que proclamarlas de un modo del que fácilmente pudieran los evangelistas desprender las acomodaciones a las respectivas comunidades a las que dirigían su evangelio. En boca de Jesús, las bienaventuranzas eran la proclamación del reino de Dios que él no solo anunciaba sino que lo instauraba.

Pero Mateo y Lucas, al anunciar la buena nueva a sus respectivas comunidades, añaden algo que Jesús ha enseñado en otros momentos. El Vaticano II declara que los cuatro evangelios transmiten fielmente lo que Jesús, Hijo de Dios, hizo y enseñó”, pero escribieron sus evangelios “teniendo presente la situación de las respectivas Iglesias” (Dei Verbum, 19). La diferente problemática de les comunidades a les que Mateo y Lucas se dirigían es lo que explica su diferente presentación de las bienaventuranzas. Pero el don de Dios pide ser acogido, invita a la conversión.

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