Historia, pregunta formulada por yagooctavio10, hace 1 mes

diferencias entre la actitud de Hipólito Yrigoyen y Victorino de la Plaza ante la primera guerra mundial​

Respuestas a la pregunta

Contestado por cifuentessjulieta
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Respuesta: Es muy difícil comprender los efectos económicos, políticos y sociales que la Primera Guerra Mundial tuvo en nuestro país sin tener en claro la magnitud de semejante conflagración. Se trató de un evento inédito en la historia mundial y, dada la impresionante cantidad de víctimas que provocó,1 no resulta exagerada la afirmación que Eric Hobsbawm tomó del historiador David Singer, quien sostuvo que en 1914 comenzó la "era de las matanzas". Visto en perspectiva histórica, ningún conflicto armado entre naciones, reinos o imperios alcanzó tal magnitud, "participaron todas las grandes potencias y todos los Estados europeos, excepto España, los Países Bajos, los tres países escandinavos y Suiza. Además, diversos países de ultramar enviaron tropas, en muchos casos por primera vez, a luchar fuera de su región... Los Estados Unidos desatendieron la advertencia de George Washington de no dejarse involucrar en los 'problemas europeos' y trasladaron sus ejércitos a Europa, condicionando con esa decisión la trayectoria histórica del siglo XX. Los indios fueron enviados a Europa y el Próximo Oriente, batallones de trabajo chinos viajaron a Occidente y hubo africanos que sirvieron en el ejército francés" (Hobsbawm, 1995: 31; Stevenson, 2013). El Gobierno argentino, tanto durante el mandato del presidente Victorino de la Plaza, en 1914, como durante el de su sucesor, Hipólito Yrigoyen, en 1916, declaró y mantuvo la neutralidad. Pero se vio sometido a enormes presiones de las naciones aliadas, las grandes empresas de esos países que operaban aquí y una parte de la opinión pública para que tomara partido y declarara la guerra a Alemania, aunque también había sectores minoritarios vinculados a los intereses germanos que respaldaban la neutralidad de nuestro país.

Si las guerras anteriores se habían producido por motivos limitados y concretos, la que estalló en 1914, según Hobsbawm, parecía perseguir objetivos ilimitados. "En la era imperialista, se había producido la fusión de la política y la economía. La rivalidad política internacional se establecía en función del crecimiento y la competitividad de la economía, pero el rasgo característico era que no tenía límites". Las fronteras naturales de las grandes empresas alemanas, inglesas o francesas no tenían ni toleraban límites a su capacidad de expansión. Dado que durante los primeros años de la guerra ninguno de los bandos podía establecer una superioridad y vencer al otro, las dos partes en conflicto trataron de bloquear la llegada de alimentos y productos básicos a los países enemigos con el objeto de desmoralizar a las poblaciones civiles. Los alemanes implementaron la guerra submarina, con la meta clara de aislar a Gran Bretaña, y este hecho provocó la entrada de Estados Unidos en la contienda. A la vez, los británicos usaron todos sus medios y recursos para impedir el envío de suministros a Alemania, con el objeto de ahogar su economía de guerra y provocar hambre entre su población (Hobsbawm, 1995: 3-38). En mayor o menor medida todas las economías del mundo, incluso aquellas más alejadas, que no participaban directamente en la guerra, se vieron afectadas por este largo y cruento conflicto.

El impacto de la guerra en el mundo del trabajo

A diferencia de la Segunda Guerra Mundial, que mereció la atención de la historiografía argentina, la Primera Guerra no concitó demasiado interés, aun cuando "las identidades y prácticas culturales, sociales y políticas asociadas a la Segunda Guerra ya estaban presentes entre 1914 y 1918" (Tato, 2014: 92). Cabe aclarar que es este un rasgo común de la historiografía latinoamericana (Compagnon, 2009: 31-43). La mayoría de los trabajos que se han referido a la Gran Guerra en Argentina se concentraron especialmente en la economía y en los vínculos diplomáticos del país con los países beligerantes.

Esta situación tuvo una fuerte incidencia sobre los niveles de ocupación de la mano de obra, que cayó ostensiblemente durante los primeros años de la conflagración. Los obreros ocupados en la industria disminuyeron de 344.000, en 1914, a 292.000, en 1917. Alejandro Bunge había calculado un año antes que el porcentaje de desocupación era del 23,8% en la Capital Federal y del 16,4% en el resto del país. Esta situación afectaba en mayor o menor medida todo el territorio nacional (Bunge, 1917). La paralización de la obra pública, la caída del empleo en el sector estatal, en la construcción privada (especialmente en el ferrocarril) y la quiebra de empresas provocaron una desocupación cercana a un 20%. Una cifra alta, si se tiene en cuenta que el desempleo se vio morigerado por el abrupto descenso de la inmigración. Si en los cuatro años previos a la Primera Guerra Mundial (1909-1913) se había producido un saldo favorable de 802.000 inmigrantes, durante la misma cantidad de años que duró la conflagración (1914-1918) el saldo negativo ascendió a 92.000 personas (Lobato y Suriano, 2000: 571).5

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