diferencia entre Paulo Freire y Ilich
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La divergencia entre Freire e Illich. Una conversación con Gustavo Esteva
Uno de los puntos de encuentro que tuvieron Iván Illich y Paulo Freire, además de la amistad, fue la educación, un tema que en su momento resultó crucial y definió la separación de ideas entre estos grandes pensadores, en torno a lo que debía significar este concepto en una sociedad. Gustavo Esteva nos acerca a las implicaciones que tienen ambas propuestas, así como a los factores que las bifurcan, y abre camino al análisis sobre el elitismo en el actual sistema educativo mexicano.
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No conocí a Paulo Freire, pero fui colaborador y amigo de Iván Illich. En cuanto a Freire, leí con cuidado toda su obra, particularmente porque algunos amigos míos muy cercanos, mexicanos y de otros países, se hicieron freirianos en el mejor sentido del término; no eran seguidores de una escuela o fanáticos de un pensamiento, sino gente que transformó su vida por Freire y dedicó buena parte de ella a trabajar en las líneas trazadas por él. Platiqué con ellos y me hicieron leer la obra de Freire, que conozco bastante bien. A Illich no lo conocí en los momentos de su fama universal, sino hasta 1983. Pero me fascinó entonces lo que escuché de él, y fuimos colaboradores y amigos hasta que murió.
Con lo que aprendí de ellos, de ese modo diverso, me siento en condiciones de sugerir cuáles fueron las divergencias en sus posiciones. Cuando Iván fue a Brasil, tuvo como tutor a Don Helder Cámara, el obispo, quien lo invitaba a leer las obras de un autor brasileño cada día y luego llamaba a ese autor y los ponía a platicar juntos. Uno de esos autores fue Freire. A Iván le gustó mucho lo que escuchó de él, y cuando lo encarceló la dictadura brasileña usó todas sus influencias para sacarlo de la cárcel y traerlo a Cuernavaca, donde cultivaron una muy linda amistad. Debo decir que Iván fue el primer promotor de Freire; estando en Cuernavaca, tradujo sus obras y las divulgó mundialmente. Todavía aparece una frase de Iván en la contraportada de Pedagogía del oprimido: “He aquí una pedagogía verdaderamente revolucionaria”. A Iván le gustaba lo que había dicho y hecho Freire; compartían una crítica radical del sistema educativo tal como existía. Lo que Freire llamaba “la educación bancaria” era algo que Illich criticaba también. Pero ambos, que trabajaron y pensaron juntos, en los años sesenta y principios de los setenta, tomaron caminos diversos. Freire se dedicó desde entonces a llevar a la práctica sus ideas, a tratar de impulsar una pedagogía distinta en la educación, y particularmente dedicó una parte central de su vida a la alfabetización; ésta era su obsesión principal. Trataba de hacer programas de alfabetización con su pedagogía y de que todo mundo tuviera acceso al alfabeto; asimismo, fue asesor prominente en algunas grandes campañas de alfabetización, como la nicaragüense. Finalmente, en Brasil logró ocupar una posición oficial, impulsando una forma de educación distinta, de acuerdo con sus críticas al sistema establecido, sus innovaciones e ideas centrales de la concientización.
Illich, por su parte, ya no se ocupaba tanto de criticar la escuela o lo que sucede en ella, sino que criticaba lo que la escuela hace a la sociedad. O como él lo formulaba: qué tipo de sociedad es la que se plantea educar a todos sus miembros. Empezó a ver la educación como la economización del aprendizaje, es decir, cómo se convierte el servicio educativo en una mercancía que debe ser consumida por todos y cómo cambian mentalidades y formas de existencia social por la idea propia de que se necesita educación y que todos deben ser educados. Esto es lo que critica Iván. Cuando él habla de desescolarizar, no se refiere a la destrucción de la escuela, sino a seguir el ejemplo de la separación de la Iglesia y el Estado, que se define en la Revolución francesa; lo que plantea Iván es la separación de la Escuela y el Estado.
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