dialogo entre personas de la costa y de la Sierra
Respuestas a la pregunta
Explicación:
Una clave para entender el itinerario intelectual y político de Manuel Pardo es analizar su poco conocida obra “Estudios sobre la provincia de Jauja”. La visión que Pardo forjó sobre el Perú guarda estrecha relación con el viaje que realizó a la sierra central a fines del siglo XIX. Los recuerdos de una experiencia fecunda en ideas y proyectos se plasmaron en ese ensayo, publicado en 1860 en la “Revista de Lima”. Allí, el futuro presidente de la República hizo gala de su capacidad analítica, adelantándose a otros escritos sobre la difícil relación entre la costa y la sierra peruanas.
Los Andes, para Pardo, eran un lugar que pocos limeños conocían y que muchos despreciaban. Así, el relato del intelectual de 25 años –recién llegado de París con su título de economista– buscó promover un tímido encuentro entre Lima y una sierra geográficamente distante y culturalmente ajena. Por entonces el artista estadounidense Frederic Church había dado a conocer su obra “El corazón de los Andes” (1859). Basada en dos expediciones que realizó a Hispanoamérica, Church creó una visión pictórica en la cual sorprende la relativa ausencia de hombres y mujeres de carne y hueso. Pardo no llega al extremo de Church, de invisibilizar al “otro”. Sin dejar de expresar su sorpresa ante los espectaculares pantanos que formaban los deshielos de la cordillera, el viajero limeño no es capaz de disimular su fastidio ante la “indolencia” de una población que no producía al ritmo del progreso.
Un aspecto poco explorado del pensamiento pardiano tiene que ver con las dimensiones culturales de un modelo civilizador que refleja la llegada al Perú del paradigma inaugurado, a mediados del siglo XIX, por Domingo Faustino Sarmiento. Pardo fue de los primeros viajeros republicanos que se acercó a la sierra convencido de que la mejora en las comunicaciones, la fiscalidad, la organización política y la disciplina de la mano obra, entre otras, lograrían el progreso material de las provincias del Perú. Con sus luces y sus sombras, estas ideas fueron el producto de su relativo optimismo frente a una revolución tecnológica que permitió imaginar canales interoceánicos y una notable mejora en la productividad del agro. En esa clave, Pardo se pregunta: ¿“qué imaginación puede abarcar” lo que de Jauja “podría desentrañar la ciencia y los conocimientos industriales?”. Cualquier mejora que la “civilización” introdujera en las haciendas serranas daría al Perú más riqueza que todos los caudales producidos en las islas guaneras.
Asimismo, Pardo fue capaz de expresar con claridad lo que consideraba eran las cualidades regenerativas de los Andes. Esa Jauja de la “perpetua primavera” estaba dotada de la vida y de la fuerza suficiente para detener al Perú “a la orilla del abismo”. En efecto, solo la sierra encarrilaría a la República “por el camino de la prosperidad”. La creación de una ciudad universitaria en la sierra central era la alternativa que Pardo propuso frente a la “atmósfera insalubre” y “corrupta” de Lima. Así, los estudios sobre Jauja constituyen un hito importante de la problemática relación histórica costa-sierra en el Perú. Premisa para reflexiones futuras, este ensayo subrayó el efecto positivo que en la vitalidad, la fuerza, la salud e incluso ‘la virilidad peruana” tendría el encuentro del Perú con su ser andin