describimos Cómo se dio el proceso de independencia de América
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Entre los años 1808 y 1824 transcurrieron en América una serie de hechos que formaron parte de un complejo proceso histórico que condujo a la emancipación política de las colonias americanas. En general, los historiadores han explicado las causas de este proceso, a través de la definición esquemática de los antecedentes externos e internos que habrían influido en la emergencia del movimiento independentista, estableciendo, a partir de aquél esfuerzo clasificatorio, una relativa unidad de motivaciones.
Concretamente, el inicio de la independencia americana fue propiciado por la coyuntura política, bélica e ideológica por la que atravesó España a raíz del vacío de poder provocado por la invasión de Napoleón I Bonaparte a la Península Ibérica; y la supresión de la dinastía de Borbón debido al apresamiento del rey Fernando VII en 1808. Ese último acontecimiento permitió y legitimó la formación de Juntas de Gobierno en las ciudades americanas más importantes, las que en un comienzo reconocían la autoridad del Rey, lo que reveló lo arraigada que estaba la tradición monárquica (o realista) española en América. Aquel periodo de fidelidad a la autoridad monárquica puede ser considerado como la primera de las fases de la oleada independentista.
La posibilidad de autonomía política a partir de la ausencia monárquica no fue recibida de igual modo en las diferentes colonias. En gran medida, las distintas reacciones dependieron del tipo de vínculo político entre el gobierno imperial y las elites coloniales, en especial de acuerdo al acceso de éstas últimas al control político y económico de sus dominios, cuestión que también implicaba fuertes vínculos de dependencia que la elite mantenía con el resto de la sociedad, sobre todo con sujetos como los esclavos, sirvientes y grupos de trabajadores de distintos oficios.
En general, los territorios que funcionaban como centros económicos tardaron más tiempo en considerar la independencia como un proyecto viable. En las colonias más importantes, como los Virreinatos de Nueva España (México) y del Perú, las elites se mostraron favorables a mantener los nexos con la metrópolis, pues les permitía mantener la preeminencia política y control económico que hasta entonces habían detentado sobre otras zonas. La Independencia de México, por ejemplo, si bien estuvo marcada por una inicial participación e insurrección indígena y mestiza en 1810, no se consolidó sino hasta 1821, en gran medida, por el temor de la elite dirigente al cambio en la estabilidad del marco político existente, donde ellos eran privilegiados. México incluso tuvo su propio intento de conformación de un Imperio, en manos del militar Iturbide, quien incluso anexó los territorios de Guatemala, influyendo en el proceso de Independencia de Centro América. Por su parte, el Virreinato de Perú, se convirtió en un punto de resistencia realista que se alineó junto a la monarquía durante la restauración de Fernando VII en el trono. Esta característica convirtió a la Independencia de Perú en una de las más tardías dentro de la oleada independentista en América, producida sólo en 1824.