Describe brevemente el sistema de gobierno chileno y el ateniense
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Respuesta:
La de Chile, en ese sentido, es parecida a la de Atenas. Aunque en Atenas era más accesible acceder a un cargo. La plata mandaba allá, y la plata manda acá. Haga la prueba y tírese a candidato en Chile a algo. Allá, en Atenas, era más fácil, los cargos eran elegidos a viva voz o por sorteo. Aunque igual casi siempre salía alguien de la alta alcurnia (nunca un thete o “clase baja” si lo extrapolamos a Chile, obtuvo el arcontado). Acá, primero, debe juntar firmas (casi 40 mil para ser candidato a Presidente, si es a Diputado o Senador son menos). Después, el financiamiento. Porque a usted, a menos que sea pariente, no lo va a financiar ni Paulmann ni ninguno de esos. Y supongamos que por esas cosas usted sortee esa barrera, no va a salir en la tele ni en ninguna parte. Y menos si no le conviene a los poderosos de verdad. ¿Porque cree usted que Claude no sale en TVN? Simple, a los poderosos no le conviene. O sea nos representan los que tienen plata, o quienes ellos quieran.
Otro punto de comparación: el “poder del pueblo”. Y en eso nos ganan los atenienses. Era la eccesia la que gobernaba. Ella era la que elegía no solo sus gobernantes, sino quienes les administrarían justicia. Es más, votaban sus propias leyes (tenían un ente que las preparaba, la bulé). En Chile, ni cerca de eso. Ya sé, es representativa y no directa.
Pero, el problema no es que sea representativa, sino que los representantes no nos representan. Votamos por el menos malo. Suena feo, pero así es. Eso en las parlamentarias. En la presidencial, muy distinto no es. A 4 paredes hasta ahora los partidos elegían. Por fin una ley un poco más democrática nos dio primarias. Pero igual, los partidos eligen sus candidatos entre 4 paredes, o con suerte, en un consejo de partido. Hay que ser justos y en esta pasada, exceptuamos a la DC que realizó primarias para presentar a Orrego.
Y, para el final, el punto más importante de inflexión: el bien común. Pues bien, como imagina, los atenienses aquí nos ganan, otra vez. Las leyes en Atenas buscaban fomentar la participación como Temístocles cuando hizo a los thetes construir trirremes, o Pericles con los pagos por ser jurados, directamente a favor, otra vez, de los thetes o una mayor igualdad.
Eso en Atenas. En Chile, todo lo contrario. El bien común no pasa a ser más allá de un slogan de batalla para los políticos chilenos. La reforma estrella de Bachelet, la previsional, por ejemplo, obliga a los trabajadores independientes a cotizar en AFP, templo del descaro empresarial, fomentado por la Concertación y la Alianza. O por otro lado, vemos el caso de los exonerados: muchos falsos exonerados (y sin desmerecer a los reales que se merecen su pensión y todo lo que reciben). Entre ellos, encontramos al pobre Sergio Onofre Jarpa, que debe haber sufrido mucho en dictadura. O Pascua Lama, la ley Longueira, el no reconocimiento de los pueblos autóctonos (no cometa nunca el error de llamarlos indios o aborígenes), en fin, cuantas cosas que benefician a unos pocos, pero siempre alejados del bien común, que no les interesa.
Para que vea: los griegos de hace 2500 años eran más sensatos que nuestros políticos del siglo XXI. Que no le metan el dedo en la boca, vote por alguien que lo defienda de verdad, y que crea realmente en la soberanía del pueblo.
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