Historia, pregunta formulada por aldanaromero750, hace 3 meses

de que se trata el texto? explicalo brevemente
La Isla de los Estados parece hecha expresamente para presidio y para fortaleza.

Está aislada, solitaria en medio de las olas tumultuosas, sin que buque alguno de los que pasan a su vista, vaya a recalar por capricho a sus puertos, donde no podría refrescar sus vituallas.

Es al mismo tiempo centinela avanzado de la navegación del Cabo de Hornos, y ofrecería seguro asilo a los barcos que en ella se refugiasen... si tuviera cañones que completaran su defensa natural.

Nadie puede escapar de ella sin contar con sus guardianes primero, con un buque de cierta estabilidad que fuese en su busca, después.

Huir del presidio para vagar por la isla ¡imposible! a menos de comer ratas y mejillones, o de tener medios de cazar las aves de los lagos o de las costas, y ser de una constitución a prueba de bomba para soportar a la intemperie las inclemencias del clima.

Así, pues, no es extraño que San Juan del Salvamento sea presidio militar; lo que sí extraña es que no se le haya dado mayor amplitud, llevando también presos civiles, y ensayando una colonia penal, que -debidamente organizada- tendría que dar excelentes resultados. Los colonos podrían gozar de cierta libertad, sin otro encierro que las murallas de piedra de la isla, y el inmenso océano que la ciñe. Un solo barco de vapor bastaría para vigilar eficazmente sus costas, siempre que los presidiarios formaran un solo núcleo, y que no les fuera posible ocultarse sin que se notara su falta.

Hoy por hoy, los pobladores forzosos de la Isla de los Estados no llegan a cincuenta, y son todos soldados o clases de los cuerpos de línea, excepción hecha de un capitán de guardias nacionales. Entre ellos hay dieciocho homicidas.

Estos presos han tenido, en general, buena conducta, y ésta mejora a medida que la disciplina se implanta con más rigidez. Antes anduvo muy relajada, flojos los resortes, a su albedrío los presidiarios. Ahora, y especialmente desde que Demartini se ha hecho cargo de la Subprefectura, reina el orden, y los nenes esos entran en vereda, se dedican al trabajo, y dan poco que hacer.

Pero aunque el presidio estuviera bastante desorganizado, menester es confesar que los presos no han cometido tantas barrabasadas como pudieran. En ocho años, en efecto, sólo se registra un asesinato, el perpetrado por Ramírez, y dos heridas en pelea, en noche de orgía, muy frecuentes en otro tiempo, pues cada vez que llegaba un transporte, los presos se procuraban alcohol... Han pagado hasta quince nacionales por una botella de bebida espirituosa que no vale un peso en Buenos Aires... La vigilancia, no muy estricta, se burlaba fácilmente, y no era raro ver cuatro o cinco ebrios poco después de haber entrado un buque al puerto.

Con todo esto, se ve que son de buena pasta cuando los anales de San Juan no están llenos de escenas dramáticas, sublevaciones, fugas, asesinatos y otras lindezas del mismo jaez. Gente ya ensangrentada, y con la excitación del alcohol...

-Dígame, Morgan -pregunté un día- ¿y cómo hacían estos diablos para procurarse bebidas sin que los sorprendieran?
El contramaestre se sonrió, y me dijo:
-Hay mil modos, fuera del más sencillo, que es hacerlas introducir por los mismos guardianes...
-¿Pero los otros? ¿cuáles son los otros?
-Muy simples, y comunes a los marineros y los presos de todas las naciones: una línea de pescar que en vez de peces lleva a la costa una botella atada al extremo desde el barco, una caja de tabaco llena de caña, una vejiga convertida en bota, y oculta luego entre la camisa y la carne... (...)

Entre los presos hay seis que tienen mujeres, más o menos legítimas, como si se tratara de implantar allí una especie de colonia penal. Ensayo insuficiente, y desde luego fracasado, pues será difícil arraigar una población en San Juan, cuyos recursos no pueden ser más escasos, y cuyo clima no puede ser más inclemente.

Los trabajos a que se dedican los presidiarios tienen que ser necesariamente poco variados, por la estrechez de su campo de acción: corte de leña en el bosque, construcción de caminos, conservación de los existentes, algo de carpintería, un poco de pesca, descarga de los víveres y vestuarios a la llegada del transporte... En sus horas de ocio algunos se dedican a fabricar objetos de madera, pacientes «trabajos de presos», que venden a los raros visitantes de los transportes; pero dudo de que, con una buena organización, tuvieran otros momentos de ocio que los dedicados a la comida y al sueño.

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