¿De qué manera se manifestaron las tradiciones orales en los
pueblos indígenas precolombinos?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
El presente artículo se plantea si es posible hablar de literaturas precolombinas, teniendo en cuenta que estas son el resultado de un complejo proceso de alfabetización realizado durante la Colonia. El planteamiento es una propuesta de clasificación que diferencia transcripciones, adaptaciones e interpolaciones, como procedimientos posibles en la progresiva constitución del corpus literario precolombino, en correspondencia con la menor o mayor presencia de elementos foráneos o coloniales dentro de la tradición oral ancestral. Con todo, ya sean entendidas como versiones occidentales escritas de la oralidad prehispánica o como memoria cultural colonizada, las literaturas precolombinas son una realidad estética y cultural que reclama una mayor atención en el campo de los estudios literarios.
Contextualización
La indagación alrededor del tema de las literaturas precolombinas enfrenta varias dificultades. Una de ellas es común al estudio de las literaturas no occidentales, y es el hecho de que muchos de los conceptos pertenecientes a los estudios literarios son definidos a partir del canon europeo, y su funcionalidad en otros ámbitos es cuestionable; por eso las expresiones verbales de las culturas foráneas o ancestrales suelen considerarse como objeto de análisis antropológico o etnográfico, pero no de estudio literario. Otra dificultad está relacionada, en este caso específico, con la condición temporal de tales expresiones, debido a que solo fueron compiladas y difundidas a partir de la labor de los conquistadores, lo que pone en entredicho su carácter prehispánico. De ahí que sea necesario realizar una pregunta antes de iniciar cualquier análisis: ¿existe realmente una literatura precolombina o se trata apenas de expresiones indígenas coloniales?
La respuesta debe ser inicialmente contextualizada y restringida a las denominadas grandes culturas prehispánicas: Inca, Maya y Náhuatl;2 pues es sabido que a la llegada de los españoles, los pueblos originarios de América presentaban diversos niveles de desarrollo: desde tribus nómadas hasta civilizaciones en auge, pasando por agrupaciones tribales con grados de evolución desiguales. Estos niveles de desarrollo están relacionados con el perfeccionamiento económico (en agricultura, ganadería, comercio), la religión (concepción de dioses e incluso de una mitología), el conocimiento científico (en matemática, calendarios, astronomía), el arte (cerámica, pintura mural, escultura y arquitectura) y, de manera primordial, con los avances en la escritura. La identificación de la existencia de una escritura implica no solo el reconocimiento de un grado superior de civilización sino, además, la posibilidad de la presencia (el registro) de una literatura (Amores, 2006, Cap. 1).
es que hoy conforman lo más importante de la poesía mesoamericana. Y, antes de él, en 1534, Andrés de Olmos realiza la transcripción de los Huehuehtlahtolli o “discursos de ancianos”: una de las manifestaciones más originales de la prosa prehispánica. Entre los trabajos realizados por los indígenas, además del Popol Vuh y el Chilam Balam, se destaca La leyenda de los soles, que parece corresponder a una transcripción directa del contenido de códices histórico-míticos; así como los Anales de Tlatelolco, que además de genealogías y de la transcripción de códices históricos sobre el viaje de Aztlán a Tenochtitlán, incluyen anotaciones sobre los sucesos de la Conquista. Nuestra intención, sin embargo, no es realizar un inventario de las primeras transcripciones de la palabra amerindia, sino proponer una clasificación tentativa a partir de una mayor o menor evidencia de la presencia de elementos foráneos en las obras transcritas. Esta propuesta se ofrece como una posibilidad de pensar -más que responderla pregunta inicial sobre la existencia de una literatura precolombina.
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