¿De qué manera se insertó el imperialismo en Ámerica Latina?
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La metáfora de las supuestas formalidad e informalidad imperiales cuando se habla del Imperio Británico, tiene obvias justificaciones políticas que nos corresponde dilucidar, al menos para tener una idea más clara de la orientación que tiene la política británica en lo concerniente a sus relaciones con la América Latina. Hobson, en su celebrado y poco leído libro, lo decía con mucha claridad y contundencia: para Inglaterra el imperio es una carga, no sólo económica, sino también financiera y humana. Son unos pocos los que se benefician de él, y por lo general, cuando se impone por la fuerza, el imperialismo es una desgracia para los pueblos sometidos2.
Sin embargo, el beneficio político, geopolítico, militar, socio-económico y cultural era sencillamente espectacular, aunque sólo fuera para un puñado de seres humanos que estaban poseídos por la convicción de que su misión en este mundo era llevar la civilización a las “razas inferiores” de África, Asia y America Latina. Si un pequeño país como Inglaterra llegó a controlar las vidas y propiedades de más de cuatrocientos millones de personas3 en las dos terceras partes del planeta, eso no sólo se debe a la fuerza de la ideología, de la religión o de las bayonetas, sino, por encima de todo a la potencia del sistema económico que lo hizo posible. Las motivaciones financieras, comerciales y productivas del sistema capitalista vinieron antes que la brutalidad, la humillación y la simple rapiña de los pueblos sometidos al expolio imperial de las potencias europeas primero, y de los Estados Unidos posteriormente.
El argumento de autores como Bill Warren4, para quienes el capitalismo y las ganancias que supone se sostienen y se hacen penetrar por la violencia en la punta de los fusiles de las fuerzas imperiales de aquellos países, será cierto solamente hasta ahí donde se reconozca que el imperialismo es operativo históricamente a partir del momento en que el capitalismo lo justifica y lo reproduce. La violencia económica del sistema capitalista es anterior a las preocupaciones geopolíticas de cualquier potencia imperialista; ésta es una de las lecciones fundamentales que se desprenden de la historia económica de América Latina, por ejemplo.
La dominación informal que ejerce el Imperio Británico sobre América Latina, durante todo el siglo XIX, reposa precisamente sobre los logros y capacidad de crecimiento del capitalismo inglés. No puede ser otra la razón, entonces, por la cual la segunda parte de ese siglo, viene definida, en su esencia, por tres grandes líneas de fuerza:
Los nuevos patrones de acumulación y reproducción de la riqueza.La nueva división internacional del trabajo.La rivalidad interimperialista.
Sin embargo, el beneficio político, geopolítico, militar, socio-económico y cultural era sencillamente espectacular, aunque sólo fuera para un puñado de seres humanos que estaban poseídos por la convicción de que su misión en este mundo era llevar la civilización a las “razas inferiores” de África, Asia y America Latina. Si un pequeño país como Inglaterra llegó a controlar las vidas y propiedades de más de cuatrocientos millones de personas3 en las dos terceras partes del planeta, eso no sólo se debe a la fuerza de la ideología, de la religión o de las bayonetas, sino, por encima de todo a la potencia del sistema económico que lo hizo posible. Las motivaciones financieras, comerciales y productivas del sistema capitalista vinieron antes que la brutalidad, la humillación y la simple rapiña de los pueblos sometidos al expolio imperial de las potencias europeas primero, y de los Estados Unidos posteriormente.
El argumento de autores como Bill Warren4, para quienes el capitalismo y las ganancias que supone se sostienen y se hacen penetrar por la violencia en la punta de los fusiles de las fuerzas imperiales de aquellos países, será cierto solamente hasta ahí donde se reconozca que el imperialismo es operativo históricamente a partir del momento en que el capitalismo lo justifica y lo reproduce. La violencia económica del sistema capitalista es anterior a las preocupaciones geopolíticas de cualquier potencia imperialista; ésta es una de las lecciones fundamentales que se desprenden de la historia económica de América Latina, por ejemplo.
La dominación informal que ejerce el Imperio Británico sobre América Latina, durante todo el siglo XIX, reposa precisamente sobre los logros y capacidad de crecimiento del capitalismo inglés. No puede ser otra la razón, entonces, por la cual la segunda parte de ese siglo, viene definida, en su esencia, por tres grandes líneas de fuerza:
Los nuevos patrones de acumulación y reproducción de la riqueza.La nueva división internacional del trabajo.La rivalidad interimperialista.
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