Castellano, pregunta formulada por KerlyRubi, hace 3 meses

¿De qué manera el preparar y servir alimentos aportan a romper estereotipos de género en la sociedad?

Respuestas a la pregunta

Contestado por lunari3088
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Respuesta:

Todas las sociedades se estructuran y construyen su cultura en torno a la diferencia

sexual de los individuos que la conforman, la cual determina también el destino de

las personas, atribuyéndoles ciertas características y significados a las acciones que

unas y otros deberán desempeñar –o se espera que desempeñen–, y que se han construido socialmente.

Los roles de género son conductas estereotipadas por la cultura, por tanto, pueden modificarse dado que son tareas o actividades que se espera realice una persona por el sexo al que pertenece. Por ejemplo, tradicionalmente se ha asignado a

los hombres roles de políticos, mecánicos, jefes, etc., es decir, el rol productivo; y

a las mujeres, el rol de amas de casa, maestras, enfermeras, etcétera (rol reproductivo) (INMUJERES, 2004).

El concepto sexo se refiere a las diferencias y características biológicas, anatómicas,

fisiológicas y cromosómicas de los seres humanos que los definen como hombres o

mujeres; son características con las que se nace, universales e inmodificables. En cambio el género es el conjunto de ideas, creencias y atribuciones sociales, que se construye en cada cultura y momento histórico con base en la diferencia sexual.

De aquí surgen los conceptos de masculinidad y feminidad, los cuales determinan el

comportamiento, las funciones, las oportunidades, la valoración y las relaciones entre

mujeres y hombres. Es decir, el género responde a construcciones socioculturales susceptibles de modificarse dado que han sido aprendidas (INMUJERES, 2004). En consecuencia, el sexo es biológico y el género se elabora socialmente, de manera que ser

biológicamente diferente no implica ser socialmente desigual.

Lamas (2002:33) señala que “el papel (rol) de género se configura con el conjunto de normas y prescripciones que dictan la sociedad y la cultura sobre el comportamiento femenino o masculino. Aunque hay variantes de acuerdo con la cultura, la

clase social, el grupo étnico y hasta el estrato generacional de las personas, se puede sostener una división básica que corresponde a la división sexual del trabajo más

primitiva: las mujeres paren a los hijos y, por lo tanto, los cuidan: ergo, lo femenino

es lo maternal, lo doméstico, contrapuesto con lo masculino, que se identifica con

lo público. La dicotomía masculino-femenino, con sus variantes establece estereotipos, las más de las veces rígidos, que condicionan los papeles y limitan las potencialidades humanas de las personas al estimular o reprimir los comportamientos en

función de su adecuación al género”. Según Lamas, el hecho de que mujeres y hombres sean diferentes anatómicamente los induce a creer que sus valores, cualidades

intelectuales, aptitudes y actitudes también lo son. Las sociedades determinan las

actividades de las mujeres y los hombres basadas en los estereotipos, estableciendo

así una división sexual del trabajo.

Al conocer el sexo biológico de un recién nacido, los padres, los familiares y la sociedad suelen asignarles atributos creados por expectativas prefiguradas. Si es niña, esperan que sea bonita, tierna, delicada, entre otras características; y si es niño, que sea

fuerte, valiente, intrépido, seguro y hasta conquistador (Delgado et al., 1998). A las niñas se les enseña a “jugar a la comidita” o a “las muñecas”, así desde pequeñas, se les

involucra en actividades domésticas que más adelante reproducirán en el hogar. De

acuerdo con estas autoras, estos aprendizajes forman parte de la “educación” que deben recibir las mujeres para cumplir con las tareas que la sociedad espera de ellas en

su vida adulta. En cambio, a los niños se les educa para que sean fuertes y no expresen

sus sentimientos, porque “llorar es cosa de niñas”, además de prohibirles ser débiles.

Explicación:

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