De mañana temprano iban a comer choclos a la chacra, y de tarde comían naranjas. Hacían
gran barullo con sus gritos, y tenían siempre un loro
de centinela en los árboles más altos, para ver si
venía alguien.
Los loros son tan dañinos como la langosta, porque
abren los choclos para picotearlos, los cuales,
después se pudren con la lluvia. Y como al mismo
tiempo los loros son ricos para comerlos guisados,
los peones los cazaban a tiros.
Un día un hombre bajó de un tiro a un loro
centinela, el que cayó herido y peleó un buen rato antes de dejarse agarrar. El peón lo llevó
a la casa, para los hijos del patrón; los chicos lo curaron porque no tenía más que un ala
rota. El loro se curó muy bien, y se amansó completamente. Se llamaba Pedrito. Aprendió a
dar la pata; le gustaba estar en el hombro de las personas y les hacía cosquillas en la oreja.
Vivía suelto, y pasaba casi todo el día en los naranjos y eucaliptos del jardín. Le gustaba
también burlarse de las gallinas. A las cuatro o cinco de la tarde, que era la hora en que
tomaban el té en la casa, el loro entraba también en el comedor, y se subía por el mantel, a
comer pan mojado en leche. Tenía locura por
el té con leche.
Tanto se daba Pedrito con los chicos, y
tantas cosas le decían las criaturas, que el loro
aprendió a hablar.
INSTITUCIÓN EDUCATIVA SAN ANTONIO MARÍA CLARET
Resolución de reconocimiento 0123 del 23 de febrero de 2010 SED- Córdoba
DANE No. 123466000781 NIT N° 900381139-3 CODIGO ICFES: 150821
DIOS, CIENCIA Y LIBERTAD
Decía: "¡Buen día, lorito! ¡Rica la papa!¡Papa para Pedrito!" Decía otras cosas más que no
se pueden decir, porque los loros, como los chicos, aprenden con gran facilidad malas
palabras.
Era, como se ve, un loro bien feliz, que además de ser libre, como lo desean todos los
pájaros, tenía también, como las personas ricas, su five o clock tea. Ahora bien: en medio
de esta felicidad, sucedió que una tarde de lluvia salió por fin el sol después de cinco días
de temporal, y Pedrito se puso a volar gritando: —¡Qué lindo día, lorito!... ¡Rica, papa!...
¡La pata, Pedrito!... y volaba lejos, hasta que vio debajo de él, muy abajo, el río Paraná, que
parecía una lejana y ancha cinta blanca. Y siguió, siguió volando, hasta que se asentó por
fin en un árbol a descansar. Y he aquí que de pronto vio brillar en el suelo, a través de las
ramas, dos luces verdes, como enormes bichos de luz.
fabianarcia08102019:
pliz mira sacale los advervios al la lectura pliz
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Respuesta:
cjsgghhhjjjjj no se la verdad
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