¿De donde provienen estas representaciones sobre lo femenino y lo masculino?. ¿En que se sustentan?
¿Constituyen formas social y culturalmente compartidas de significar y valorar los generos en nuestra sociedad?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
¿De donde provienen estas representaciones sobre lo femenino y lo masculino?
El tema de las Representaciones Sociales1 nos sitúa en la necesidad de conocer los procesos sociales de construcción de la realidad y la manera cómo el conocimiento se construye en ellas. Las RS suprimen la distancia entre los actores sociales y el mundo a través de la creación de sentido, de la comprensión de lo que es desconocido, domesticando el mundo-objeto y tornándolo conocido.
En toda representación y en todo conocimiento subyace un deseo de aprehender, de comprender, de abarcar la no-familiaridad del mundo.
Como instrumentos de conocimiento y comunicación, las RS construyen self y realidad adecuados que nos posibilitan desarrollar tanto una identidad personal cómo el ambiente social en que vivimos.
En ese sentido, se podría decir que las RS son una manera de interpretar y de pensar nuestra realidad cotidiana, una forma de conocimiento social (Jovchelovitch, 2007).
Las RS circulan, se cruzan y se cristalizan sin cesar en nuestro universo cotidiano trayendo consigo la identidad, la cultura y la historia de un grupo de personas, forma en la que los sujetos aprehenden los acontecimientos de la vida diaria, las características del medio ambiente, las informaciones, el conocimiento del ¿sentido común¿ (Moscovici, 1981). Este conocimiento se constituye a partir de la experiencia, pero también de las informaciones y conocimientos que se trasmiten a través de la educación y de la comunicación social. Los procesos de comunicación social juegan un papel elemental en la construcción de un universo consensuado, pues nos remiten al ámbito de las relaciones de influencia y de pertenencia social, determinante en la creación de las representaciones.
La importancia del estudio de las RS de género radica en hacer visible las creencias, los valores, los supuestos ideológicos que establecen, con base en las diferencias biológicas, la adscripción diferenciada de características y roles sociales que sitúan a hombres y mujeres en posiciones distintas. El concepto ¿género¿ pone de manifiesto la relación desigual entre mujeres y hombres en cuanto sujetos sociales.
La definición social de hombre y mujer, como la definición social de los patrones de comportamiento, considerados propios a cada uno, no se limita a establecer una diferenciación binaria entre esas categorías sociales sino que establece, también, una diferencia asimétrica entre ellas. Los estudios de género revelan, pues, la relación desigual entre hombres y mujeres, existente y evidente en el terreno social. Dicha desigualdad es debida a una construcción social de los géneros (roles) diferenciados y valorados según el sexo de las personas, construcciones que se erigen en prescripciones sociales con las cuales se intenta regular la convivencia.
Pese a que se ha hecho más visible el debate social sobre las consecuencias de la convivencia desigual entre hombres y mujeres, creemos que el problema dista mucho de estar resuelto y que todavía queda mucho camino por recorrer. La diferencia entre los géneros es una brutal expresión de un sistema basado en el poder de dominación (desigualdad, opresión, discriminación). Tradicionalmente fue considerado un sistema que alejaba a la mujer del proceso de producción y la sometía a un exclusivo papel de reproducción dentro del marco familiar. De ahí que la división del trabajo haya confinado a la mujer durante siglos en el hogar y, para justificarlo, el capitalismo y los organismos religiosos levantaron un gran entramado ideológico que potenciaba la idea de que la mujer era inferior al hombre.
A pesar de que la discusión acerca de la desigualdad de género no es un fenómeno nuevo, su reconocimiento y visibilidad en el Cultura. Instituto de la Mujer - Centro Feminista de Estudios y Documentación.
ámbito público forman parte de un debate reciente que lo convierte en problema social. Los problemas sociales son, por definición, cuestiones públicas y no cuestiones personales o privadas y, por tanto, deben ser abordados por los más diversos sectores de la sociedad. Henri Tajfel, el psicólogo social europeo más influyente en la segunda mitad del pasado siglo, lo había descrito con sencillez: los problemas sociales no tienen un origen psicológico, de suerte que ¿el ataque de una sola persona a un grupo étnico minoritario por el que siente aversión o al que teme seguiría siendo un caso trivial si no fuera por el hecho de que actúa al unísono con otros que comparten sus sentimientos¿ (Tafjel, 1984, p.54). Si cambiamos el marco de referencia de la discriminación étnica a la desigualdad de género, la reflexión de Tajfel resulta más que convincente.
En este debate lo que pretendemos es abordar la desigualdad de género bajo una mirada psicosocial e integradora, y considerarla como un problema social que afecta a la población en general y, en particular, a las mujeres.