cuentos de la bruja monstruos argentinos
Respuestas a la pregunta
Respuesta:Para las alumnas pupilas del San Jorge, todos los días eran parecidos. Y sin embargo, en una semana, hubo tres cambios que alteraron la rutina.
El lunes llegó una maestra nueva, el martes llegó una nueva compañera y el miércoles una nena se esfumó como por arte de magia.
Se llamaba Cecilia. Su compañera de cuarto contó que se había despertado a la madrugada porque sintió frío. Vió que la ventana estaba abierta y se levantó a cerrarla. Fue entonces cuando descubrió que Cecilia no estaba en su cama y le avisó a una celadora. Salieron a buscarla pero no la encontraron por ninguna parte.
El jueves, en el aula, Laurita y Aylen discutían en voz baja el misterioso acontecimiento. Tenían diez años, dormían en la misma habitación y se sentaban en el mismo banco. Estaban en clase , haciendo unos ejercicios de matemática que la maestra nueva había copiado en el pizarrón. Pero ella no le sacaban los ojos de encima a Albertina, la chica recién llegada. Albertina escribía inclinada sobre su cuaderno, con su larga bufanda azul enroscada en el cuello.
-Fue ella, estoy segura- Murmuró Laurita.
-¿Cómo sabés?-Preguntó Aylen.
-Se dice que es la menor de siete hermanas. Osea que es bruja.-
-Y si fuera bruja ¿Qué?-
-¿Cómo Qué? Todo el mundo sabe que en las noches de luna llena , cuando están durmiendo, la cabeza se les desprende del cuerpo y sale volando a cazar chicos, para comérselos...-
-¿Vos decís que hay luna llena...?-
-¡Hace dos noches! Te digo que fué ella. Ella se llevó a Cecilia...-
-¡A ver si dejan de cuchichear ahí atrás!- Dijo la maestra nueva, con tono severo. Tenía un nombre bastante curioso: se llamaba Diega. Era muy alta, tenía la piel blanca y los ojos verdes como el pasto. Usaba un enorme anillo de plata en una mano.
Cuando sonó el timbre del recreo, todas entregaron los ejercicios de matemática, menos Laurita y Aylen, que no habían terminado.
- Eso les pasa por estar hablando tonterías - Dijo la señorita diega -. Ahora se quedan hasta que terminen.
Mientras trataban de resolver los ejercicios, la señorita Diega las observaba con una sonrisa ligeramente burlona, y con su anillo daba golpecitos impacientes sobre el escritorio. Las chicas no lograban concentrarse. Pero al fin terminaron, entregaron y salieron al patio.
- No me gusta nada esta maestra -Dijo Laurita
-¡Con ese nombre ridículo!- Se rió Aylén.
Mas allá, sentada en un rincón del patio, la vieron a Albertina. Estaba leyendo un libro de tapa negra con letras doradas. Imposible no mirarlo. Su título era ''Guía Práctica de Hechizos, Embrujos y Magia".
-¡Te dije!- Gritó Laurita.
-Tenemos que hacer algo...- Dijo Aylén.
En ese momento, Albertina levantó la vista y las miró fijo. Sus ojos eran desafiantes.
Laurita bajó enseguida la vista, pero Aylén le sostuvo la mirada, hasta que un grupo de chicas se cruzó por adelante, corriendo y saltando. Cuando Aylén volvió a mirar, Albertina ya no estaba.
Laurita y Aylén pasaron el resto de la tarde, hasta la hora de la cena, armando un plan. Esa noche entrarían en el cuarto de Albertina. Por el momento no tenía compañera de cuarto, así que sería fácil sorprenderla.
- Cuando la cabeza sale volando- explicó Laurita-, hay que darle vuelta el cuerpo y dejarlo mirando para abajo. Cuando la cabeza vuelve, se le pega al revés y queda así para siempre. Así ya se sabe que es una bruja.
-Pero la cabeza puede atraparnos...-
-Ah, si. Tenemos que tener mucho cuidado.-
En el comedor, antes de la comida de la noche, la directora del colegio explicó que todavía no habían encontrado a Cecilia, pero que seguramente se tardaba de una travesura y que no tardaría en aparecer.
Durante la comida, Laurita y Aylén estaban tan nerviosas que casi no probaron bocado. Albertina, Sentada en la otra punta de la mesa, no les prestaba atención. Las chicas notaron que Albertina miraba a la señorita Diega, sentada en otra mesa con las demás maestras.
-¿Estará pensando en atacar a la señorita nueva?- Preguntó Aylén.
-No creo. solamente cazan chicos...-
Después,todos fueron a sus dormitorios. El colegio era una vieja casa que ocupaba una manzana entera. Tenía tres pisos y dos jardines.
Las habitaciones eran muchas.
Laurita y Aylén oyeron los pasos de las celadoras, que recorrían los pasillos y apagaban luces, y al rato todo quedó en silencio. Afuera, los grillos cantaban.
Las chicas salieron al pasillo. A través de los altos ventanales se colaba la luz fría y plateada de la luna...
Explicación: