cuentos de 40 lineas
mariarios0116:
de que se tiene que tratae
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La Pastilla RosaRafael despertó creyendo que, en ese instante, se había quedado dormido. Como en otras ocasiones, le entusiasmó la idea de ser consciente de que estaba soñando y sintió como si fuese un personaje de ficción de carne y hueso. Oyó el leve tic tac del reloj de mesa. Parecía haber abierto los ojos en un sábado de festejos, pero se concentró para convertirlo en domingo. Antes de preparar el café, fue al quiosco para comprar el periódico. Todas las noticias hablaban de un mundo en el que él no deseaba vivir. Supo que estaba despierto.
Motivado por esa experiencia, Rafael publicó La Pastilla Rosa; un “libro” de cuentos editado en formato periódico con el propósito de que el lector, al menos en un primer momento, leyese las historias cual si fueran sucesos de actualidad, introduciéndose así en un mundo ficticio, pegado a lo utópico, con la certeza de seguir respirando en esta realidad. Para evitarle distracciones, firmó con seudónimos las noticias, los artículos de opinión, los anuncios, cómics y todos los elementos que conformaron ese nuevo medio informativo... de una sola publicación: el número 777.En una entrevista realizada en septiembre de 2012, Rafael hizo un reiterado hincapié en la importancia del formato, empleando distintas combinaciones de palabras para decir lo mismo: “Cuando uno lee un periódico, por más que la subjetividad rebose de las páginas, el suceso se asume como verídico. El pensar sobre lo que se está leyendo deja de ser un filosofar sobre supuestos y salta a un reflexionar sobre hechos concretos que afectan nuestro entorno, sea colectivo o individual”.
En esta insistencia sobre tal afirmación se basan los analistas para argumentar que la frase de Julio Verne (“Todo lo que un hombre pueda imaginar, otros podrán hacerlo realidad”), que empleó en el acertijo de la página 21, revela su verdadero anhelo. La prioridad de Rafael no fue crear una obra literaria peculiar, sino dar con el medio para sembrar futuras noticias. Estoy de acuerdo con ellos. En un correo electrónico que me envió hace nueve años, a inicios de 2010, cuando La Pastilla Rosa sólo era una idea con textos desordenados, me habló sobre su motivación de fondo, detrás de las letras, delante de sus ganas: “al contrastar la información o al llegar a la sección literaria del periódico, donde se desvela que lo que se tiene en las manos es un libro de cuentos, el Lector que busco habrá saboreado ya una realidad más amplia. También es probable que, desde un primer momento, dude sobre la fiabilidad de las noticias, pero el dudar es suficiente para que él respire dentro de las historias durante un rato, lo suficiente, espero, para sembrarle un quizá si yo”.
Sus argumentos no me persuadieron. Confiaba en que la gente siguiera igual de indiferente. Sin embargo, existen razones más convincentes, como la curiosidad o la esperanza. Por eso me complació darle mis ahorros a Rafael para que publicase el “periódico” y dispusiera de un uniforme corporativo, con el que repartió 13 mil ejemplares por las calles de Madrid, voceando las noticias como se hacía en esos días en que la visión del futuro estaba mucho menos contaminada.
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¡Aaaaaaaay!, grité de repente y todos mis amigos corrieron para verme.
Estaba en el columpio meciéndome de adelante para atrás, adelante, atrás, adelante, atrás. de pronto oí un pequeño pajarito que se había parado a hacer “pio pio” en el árbol de enfrente. Me emocioné y grité: -¡Escuchan al pajarito, que bonito hace!- Lo señalé con mi dedo sin darme cuenta que me estaba agarrando del columpio y. ¡plas!, que me caigo bien fuerte.
Como les estaba contando, mis amigos se acercaron rápido, como super héroes:
–Rosita, ¿estás bien?, ¿quiéres que le hablemos a la maestra?- dijeron preocupados. -¡Ay no!, no se preocupen, bueno. si háblenle- respondí adolorida.
La maestra llegó y me ayudó a levantarme. Mi rodilla estaba toda colorada, como cuando te disfrazas en el Día de muertos para pedir calaverita; además, tenía un chipote verde en la frente que si no hubiera sido real, hubiera quedado muy bien con mi disfraz. Me llevó a la oficina de la directora y estuve un ratito ahí sentada.
Mientras estaba en la dirección, me puse a pensar en lo lindos que habían sido mis amigos al preocuparse tan rápido por mí, tuve mucha suerte en que mi mamá me metiera en esa escuela, si no nunca hubiera conocido a Juanito, Paco, Mercedes, Gustavo, Pepito, María, Pamela, Cecy y Ramón.
Ví que la directora empezó a marcar un número por el teléfono y cuando contestaron empezó a hablar de mi caída con alguien mas. ¡Orales! No sabía que fueran tan importantes mi rodilla y mi cabecita para los demás, mas bien, no sabía que era tan importante yo para toda la escuela, estaba muy feliz, aunque sí me dolía un poco mi herida.
Cuando colgó, la directora me dijo – Rosita, ya me comuniqué con tus papás y me dijeron que al ratito vienen por ti- . Le di las gracias y me salí con la maestra para que me lavara mi rodilla.
Cuando me la estaba lavando, ¡cómo me ardía!, pero como soy muy valiente, no quise llorar, hasta que no aguanté mas y empecé a llorar quedito para que mis amigos no se preocuparan más de lo que ya se habían preocupado. La maestra me dijo – ¡ya estas lista!- Me puso un parche que se sentía muy cómodo y me llevó al salón donde los niños vemos películas cuando nos sentimos mal.
Ahí fue muy divertido porque me pusieron mi película favorita, ¡me sentía como en el cine! y lo mejor de todo, es que me podía acostar, y eso no se puede hacer en el cine que está por mi casa, así que esto fue mucho mejor.
Cuando estaba a punto de terminar mi película oí que la maestra me hablaba, fui con ella y. ¿adivinen qué? Con ella estaba mi mamá. Corrí lo más que pude, sin lastimarme la rodilla claro, y la abracé con todas mis fuerzas. Sentí como si no la hubiera visto desde hace mucho, mucho tiempo. Me dieron muchas ganas de llorar en el momento en que sentí sus brazos a mi alrededor, mi dolor ya no era tan importante.
-¡Te amo mucho!- le dije; y le platiqué lo amables que se portaron todos conmigo. Mi mamá al oírlo, me acompañó a la tiendita de mi escuela y compramos taquitos para todos mis amigos, incluyendo la maestra y la directora. Todos estábamos muy contentos, y nos abrazábamos por nada en especial, sólo porque nos queríamos.
No importa que me haya lastimado, al final se convirtió uno de los mejores días de mi vida, porque lo pude compartir con las personas que mas quiero, y lo mejor de todo, porque me di cuenta que lo único que te puede hacer sentir mejor cuando algo no va bien, es el abrazo de las personas que mas quieres en el mundo, es mágico ¿verdad?
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