cuento un viejo con alas enormes
1.autor nombre(biografia)
2.narrador y ejemplos
3.personajes principales y secundarios
4.marco narrativo:tiempo atmosferico espacio abierto o cerrado
5.accion narrativa inicio nudo desenlace
6.lenguaje literario:metafora simil hiperbole personificacion
7.argumetno
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Un señor muy viejo con alas enormes
Gabriel García Márquez
Al tercer día de lluvia habían matado tantos cangrejos dentro de la casa, que
Pelayo tuvo que atravesar su patio anegado para tirarlos al mar, pues el niño recién
nacido había pasado la noche con calenturas y se pensaba que era causa de la
pestilencia. El mundo estaba triste desde el martes. El cielo y el mar eran una
misma cosa de ceniza, y las arenas de la playa, que en marzo fulguraban como
polvo de lumbre, se habían convertido en un caldo de lodo y mariscos podridos. La
luz era tan mansa al mediodía, que cuando Pelayo regresaba a la casa después de
haber tirado los cangrejos, le costó trabajo ver qué era lo que se movía y se quejaba
en el fondo del patio. Tuvo que acercarse mucho para descubrir que era un hombre
viejo, que estaba tumbado boca abajo en el lodazal, y a pesar de sus grandes
esfuerzos no podía levantarse, porque se lo impedían sus enormes alas.
Asustado por aquella pesadilla, Pelayo corrió en busca de Elisenda, su
mujer, que estaba poniéndole compresas al niño enfermo, y la llevó hasta el fondo
del patio. Ambos observaron el cuerpo caído con un callado estupor. Estaba
vestido como un trapero. Le quedaban apenas unas hilachas descoloridas en el
cráneo pelado y muy pocos dientes en la boca, y su lastimosa condición de
bisabuelo ensopado lo había desprovisto de toda grandeza. Sus alas de gallinazo
grande, sucias y medio desplumadas, estaban encalladas para siempre en el
lodazal. Tanto lo observaron, y con tanta atención, que Pelayo y Elisenda se
sobrepusieron muy pronto del asombro y acabaron por encontrarlo familiar.
Entonces se atrevieron a hablarle, y él les contestó en un dialecto incomprensible
pero con una buena voz de navegante. Fue así como pasaron por alto el
inconveniente de las alas, y concluyeron con muy buen juicio que era un náufrago
solitario de alguna nave extranjera abatida por el temporal. Sin embargo, llamaron
para que lo viera a una vecina que sabía todas las cosas de la vida y la muerte, y a
ella le bastó con una mirada para sacarlos del error.
- Es un ángel –les dijo-. Seguro que venía por el niño, pero el pobre está tan
viejo que lo ha tumbado la lluvia.
Al día siguiente todo el mundo sabía que en casa de Pelayo tenían cautivo un
ángel de carne y hueso. Contra el criterio de la vecina sabia, para quien los ángeles