CUENTO SOBRE LA LOCURA
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Respuesta:
Escuché el sonido de su respiración, sentía como me invadía por todo el cuerpo. ¡Él estaba presente!
Habían pasado varios años desde que había regresado, todo parecía igual de cotidiano, excepto yo. En el interior tenía algo nuevo y oscuro, algo que le preocupaba a mi madre, pues no dejaba de llevarme con doctores para que me examinaran. Sentía cómo la parte interna de mi corazón estaba invadida por los nuevos recuerdos, no sentía ninguna clase de afecto por nadie. Veía a todos con una peculiar descortesía, no era nada personal, mi vida había cambiado. "No seas una majadera", decía la nana cada que mi madre me abofeteaba por alguna falta cometida. ¡No me importaba en lo más mínimo!
Guardaba uno de esos secretos que no dejan que tu alma esté tranquila. Eso nadie lo sabía. Lo único que estaba intentando era protegerlos, que no invadiera sus pensamientos ni recuerdos. No lo entenderían jamás, tampoco quería que lo hicieran. ¿Eso era algo egoísta?
Recuerdo el día del funeral de papá, no salí de mi habitación, ni siquiera fui. Pero aquella fiebre me invadió por una semana, cada vez estaba más cerca de mi fin. Si no hubiera sido por esa vieja remilgosa que mi madre había hecho traer bajo recomendación de la nana, y la cual me obligaba a tomar las medicinas. "Te pudres por dentro", solía decir la vieja cada que recaía. Será que ella tenía el conocimiento de algo? No solía nadie mostrar mayor interés en mi estado de salud, mis hermanos se mostraron indiferentes, creo que empiezo a sospechar que entre más pronto desapareciera de sus vidas, mejor.
"Se nos va", gritaba la nana desesperada por los pasillos. "Calla, vieja", solía decir en mis pensamientos, pues no tenía las fuerzas para que las palabras salieran de mi boca. Los perros ladraban, algo los mantenía intranquilos, como si algo estuviera fuera, ¿Será él? Mi madre presurosa entraba a mi habitación, con lágrimas en los ojos suplicaba: "ahora tú, no, por favor, no me dejes", pero mis fuerzas se estaban desvaneciendo como lo hacen los pigmentos de pintura sobre el balde de agua. Mi hora se acercaba, y con ello esa libertad, extrañaba ser la persona sonriente y feliz que disfrutaba de los sonidos que la vida le daba.
Por la puerta lo vi entrar, estaba aquí, mi hora había llegado. Él se acercó a mi oído, "pronto todo será mejor", susurró con su fría voz. Mi madre no dijo nada, sólo salió de la habitación y me dejó a solas con él. Vestía como siempre con aquella bata blanca y cargaba ese maletín negro. Lo abrió con tranquilidad, pude ver entonces sus instrumentos. Lo siguiente que recuerdo es cómo algo nuevo invadía mi cuerpo, lo sentía como una ráfaga de luz que me interiorizaba, sacando todo eso que me estaba invadiendo. ¡El fin estaba cerca!
"¡Aléjate de la puerta!", gritaba mi madre. La puerta se abrió, mi hermano asustado sostenía la perilla. "¿Qué le hacen?, ¿por qué se convulsiona?". Mi madre lo tomó del brazo con fuerza y después agregó: "es para que mejore". Mi hermano me observaba confundido: "¿le quitarán lo loca?". Mi madre con cariño sacó a mi hermano de la habitación, y yo caí en un profundo sueño.
La nana me observaba con miedo cuando abrí los ojos, se apartó cubriéndose los ojos. "¡No estás muerta!", dijo mi hermano mientras abrazaba mi torso.
El mal que me atormentaba no era más que la locura, aún estaba dentro de mí, sólo que dormía.