Cuento largos de 5 hojas sobre el deporte
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Enrique es un muchacho flojo, un tanto casero y que para salir a la calle, salía con algo que le distrajese de interactuar con otros niños de su edad.
Un día leyendo un libro bajo la sombra de un árbol, recibe un balonazo en la cabeza. Este, aquejándose del golpe, voltea hacia la pelota, y la reconoció, era de fútbol, la tomó en sus manos, y la miró por un rato.
Los otros niños le gritaban que pasara la pelota, este voltea hacia ellos, toma la pelota y la patea, e inmediatamente algo en su interior se activó. La sensación al patearla fue de placer, quería hacerlo de nuevo, así que tomó carrera hacia donde los niños jugaban una partida de fútbol y pidió entrar en la misma.
- "Cuando terminemos esta te incluimos" le dijo uno con una sonrisa. Era su vecino, José.
Enrique esperó pacientemente, pero observando, aprendiendo. Veía como eran las jugadas, los pases, la rapidez de acción, pero el sabía que con los pies no haría tantas cosas, así que volteó su mirada al portero. Lo veía fijamente, observó era rápido, y podía usar sus manos también, aunque sin poder moverse por todos el terreno, y le pareció interesante.
Veía que la pose de las manos era similar a como el tomaba sus libros, solo las separaba cuando el balón iba en una dirección difícil, por lo que siguió observando y esperando. Cuando se acabó el juego, José se le acercó.
- Dime ¿Qué posición quieres jugar?
- La de portero. Creo que allí puedo hacerlo bien para mi primera vez.
Arranca la partida y ya a los pocos minutos, tenía que estar atento a una ocasión de ataque en contra de su equipo rival. Se puso nervioso, sus piernas quedaron inmóviles, veía al chiquillo acercándose hacia su arco, y acto seguido ve que patea. La pelota va cerca de su izquierda, Enrique cierra los ojos y extiende su brazo izquierdo y tapa el patadón, evitando el gol, y mandando el balón fuera.
- Lo detuve... ¡Lo detuve!. Gritó Enrique.
- Bien hecho, pero atento, que son buenos, le grita otro niño, lo que hace que este vuelva a estar atento. Tras eso, lo demás fue un epílogo de diversión y descubrimiento de su amor a ser portero, pero ¿Por qué esa posición?
Enrique veía todo, y como en sus libros, con las letras, podía visualizar lo que nadie veía, y así se sentía cuidando el arco, podía observar todo y hasta predecir que podía suceder, por lo que sus acciones eran rapidísimas. Los de su equipo estaban impresionados, porque este niño nunca jugó a nada.
Un día leyendo un libro bajo la sombra de un árbol, recibe un balonazo en la cabeza. Este, aquejándose del golpe, voltea hacia la pelota, y la reconoció, era de fútbol, la tomó en sus manos, y la miró por un rato.
Los otros niños le gritaban que pasara la pelota, este voltea hacia ellos, toma la pelota y la patea, e inmediatamente algo en su interior se activó. La sensación al patearla fue de placer, quería hacerlo de nuevo, así que tomó carrera hacia donde los niños jugaban una partida de fútbol y pidió entrar en la misma.
- "Cuando terminemos esta te incluimos" le dijo uno con una sonrisa. Era su vecino, José.
Enrique esperó pacientemente, pero observando, aprendiendo. Veía como eran las jugadas, los pases, la rapidez de acción, pero el sabía que con los pies no haría tantas cosas, así que volteó su mirada al portero. Lo veía fijamente, observó era rápido, y podía usar sus manos también, aunque sin poder moverse por todos el terreno, y le pareció interesante.
Veía que la pose de las manos era similar a como el tomaba sus libros, solo las separaba cuando el balón iba en una dirección difícil, por lo que siguió observando y esperando. Cuando se acabó el juego, José se le acercó.
- Dime ¿Qué posición quieres jugar?
- La de portero. Creo que allí puedo hacerlo bien para mi primera vez.
Arranca la partida y ya a los pocos minutos, tenía que estar atento a una ocasión de ataque en contra de su equipo rival. Se puso nervioso, sus piernas quedaron inmóviles, veía al chiquillo acercándose hacia su arco, y acto seguido ve que patea. La pelota va cerca de su izquierda, Enrique cierra los ojos y extiende su brazo izquierdo y tapa el patadón, evitando el gol, y mandando el balón fuera.
- Lo detuve... ¡Lo detuve!. Gritó Enrique.
- Bien hecho, pero atento, que son buenos, le grita otro niño, lo que hace que este vuelva a estar atento. Tras eso, lo demás fue un epílogo de diversión y descubrimiento de su amor a ser portero, pero ¿Por qué esa posición?
Enrique veía todo, y como en sus libros, con las letras, podía visualizar lo que nadie veía, y así se sentía cuidando el arco, podía observar todo y hasta predecir que podía suceder, por lo que sus acciones eran rapidísimas. Los de su equipo estaban impresionados, porque este niño nunca jugó a nada.
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