Historia, pregunta formulada por eilycubas, hace 6 meses

cuento de un crimen corto

Respuestas a la pregunta

Contestado por cristianboedo55
5

Respuesta:

Había una vez una mujer llamada María, que sintió la necesidad de contratar un detective ante la angustia de saber que había un asesino suelto que quería matar a su familia.

María se preguntaba constantemente: “¿Por qué?”. Habiéndose contactado con el detective, y luego de su nerviosa charla, comenzó la investigación.

El detective le preguntó: “¿Tuvo algún novio celoso en el pasado?”.

A lo que María respondió: “Sí, pero murió hace mucho tiempo, junto a varias personas más”.

El detective volvió a preguntar: “¿Por qué causa murieron?”.

María manifestó: “El avión en el que él y otras personas viajaban se estrelló”.

El investigador prosiguió: “¿Tiene usted algún enemigo?”.

Y ella…: “No lo sé”.

El volvió a interrogarla: “¿Alguna vez la amenazaron?”.

María: “Sí, hace unos días encontré una nota por debajo de la puerta”.

El: “¿Me la podría mostrar?”.

María asintió: “Sí, por supuesto”, entregándole la nota al detective.

El mismo quedó impresionado, porque la nota decía lo siguiente: “Cuida a tus hijos…”.

Al día siguiente, nuestra protagonista llevó a sus hijos a la escuela, como de costumbre, pero esta vez les dijo: “No se acerquen a ningún extraño”

Pasada la jornada escolar, al salir de la escuela los hijos de María, un hombre extraño los llamó y los invitó a tomar un helado, y los niños, inocentemente, y habiendo ignorado la recomendación materna aceptaron la invitación, aunque con cierto recelo.

Pasaban las horas y los niños no regresaban a su casa, por lo que María, muy preocupada, decidió ir a buscarlos a la escuela. Camino a la escuela, la invadía un mal presentimiento, y al llegar, su temor se confirmaba, los niños no estaban, por lo que inmediatamente llamó al detective.

Este último comenzó a investigar por la misma escuela, pero no había rastros de los menores. Hasta que unos chicos comentaron haberlos vistos retirarse del predio en compañía de un señor desconocido por ellos.

Entonces, el investigador les preguntó: “¿Cómo era ese hombre?”.

Y uno de los compañeros, que dibujaba muy bien, esbozó la fisonomía del transeúnte.

El detective inició rápidamente la búsqueda. Al rato encontró las mochilas huérfanas en un callejón, preguntando casi simultáneamente a los vecinos de la zona si habían visto algo, y si conocían al extraño.

En eso, un panadero confirmó haber visto a los niños pasar, juntamente a un desconocido para los lugareños, entrando a una casa abandonada. Dicha escena llamó la atención del panadero, preguntándose: “¿Qué estarían tramando?”, pero no vio a nadie salir de la propiedad. El panadero con otros vecinos fueron hacia la casa abandonada y al ingresar fueron atacados por la espalda por el misterioso hombre. Pero, gracias a la actitud heroica del panadero, los niños lograron escapar y se encontraron con su desesperada mamá. Ésta los tomó entre sus brazos, llorando, mientras que en la casa continuaba la lucha con el maleante.

En eso, el panadero recibió un disparo que lo hirió gravemente, y finalmente murió.

Inmediatamente llegó personal policial, que ingresó a la vivienda, capturando al secuestrador, que recibió como condena cadena perpetua.

Luego de este episodio, la familia logró vivir feliz por siempre

Explicación:

espero te sirva : me das Corona porfa?


eilycubas: millllllllllllllllll graciassssssss
cristianboedo55: de nada
Contestado por franchescamaldonado2
2

La casa abandonada

“Siempre íbamos a jugar a esa casa. Nos gustaba la sensación de estar en terreno de nadie. No, no era una casa en realidad, tan sólo el reflejo de lo que en otro tiempo había sido: unas pocas paredes que luchaban contra el tiempo y que se resistían al olvido. Un edificio cuyo techo ya había colapsado hacía años y que carecía de ventanas y puertas

A nosotros nos gustaba sentarnos en lo que decíamos que era el salón y jugar a que estábamos en otra época. Huemul se sentaba sobre una piedra, que era un inmenso sillón junto a una lámpara y comenzaba a leer toda clase de historias.

Las leía en voz alta y yo lo escuchaba con suma atención porque era muy pequeña para leer. ¡Me gustaban tanto su voz y sus historias!

Una tarde cuando llegamos a nuestro refugio un cordón de plástico con enormes letras lo cercaban por completo, y un montón de policías rodeaban nuestras queridas paredes. Un agente se hallaba sentado en el sillón pero en vez de leer, observaba el suelo y anotaba algo en una libretita mientras algunos de sus compañeros pintaban círculos rojos en las paredes.

Nos acercamos, ¿quién había invadido nuestra casa? Nos echaron a empujones. Éramos niños y no podíamos estar allí.Les explicamos que ahí vivíamos, que nos pasábamos las tardes en esas paredes y que si había ocurrido algo con esa casa, debíamos saberlo.

—A lo mejor hasta podemos ayudarlos —había dicho Huemul osado.

El policía nos miró con una chispa de ironía en los ojos mientras nos preguntaba.

—¿Conocen a un hombre que se hace llamar Gago Cafú?

De algo nos sonaba ese nombre pero no llegábamos a saber bien cuándo, dónde ni por qué lo habíamos oído.

—No lo sé, a lo mejor si me deja verlo, puedo responderle. ¿Dónde está o qué ha hecho?— Cada vez me sorprendía más la valentía con la que mi amigo era capaz de enfrentarse a esa situación.

No nos lo dijeron. Debíamos irnos y no regresar por ahí. Finalmente nos fuimos porque amenazaron con dispararnos y muerta de miedo conseguí que Huemul recapacitara y se diera cuenta de que estaba jugando con fuego.

Estuvimos varios días, quizás meses, sin regresar a la casa. Una tarde decidimos que ya había pasado el suficiente tiempo y que podíamos volver a nuestro refugio. Así lo hicimos.

No había policías, ni cordones, ni rastros de la pintura en las paredes. Solamente encontramos a un hombre sentado que se presentó como Gago Cafú y nos pidió que compartiéramos con él ese lugar porque no tenía adónde ir.

Desde entonces, cada vez que vamos a la casa nos encontramos con él y Huemul lee cuentos para los dos: Cafú tampoco sabe leer".

Moraleja

A veces solo hace falta tiempo para entender las cosas que, en un momento dado, no logramos entender. En ocasiones la paciencia abre una gran puerta al entendimiento.

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