Arte, pregunta formulada por DilanVelaRangelYT, hace 1 mes

cuento de técnica ficción ​

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Contestado por Gabrielda123c
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Respuesta:

Saúl era un niño que vivía rodeado de comodidades y privilegios. Su padre era un experto cirujano y su madre una escritora de éxito, así que la familia residía en una enorme casa con jardín, piscina y un garaje en el que dormían dos coches de alta gama. A sus once años no le faltaba de nada: vestía a la última moda, tenía un cuarto privado repleto de juegos, y en la pared de su dormitorio colgaba una televisión tan grande que más bien parecía una pantalla de cine.

A pesar de su gran fortuna, Saúl se pasaba el día con el ceño fruncido y mostrando una actitud tan apática que daba la sensación de estar enfadado con el mundo. Últimamente no soportaba madrugar y odiaba tener que ir al colegio cinco días por semana, sobre todo porque su profesor le parecía un señor insoportable y cada vez hablaba menos con sus compañeros de aula. ¿Para qué fingir que sus temas de conversación le parecían interesantes?… Por si esto fuera poco, ni una sola asignatura atraía su atención. Malgastaba el tiempo mirando a las musarañas y abriendo la boca para soltar ruidosos bostezos cada dos por tres.

Si hacía buen tiempo, cuando a las tres terminaba la jornada escolar, Saúl cruzaba la calle cargado con su mochila y caminaba un corto trecho hasta llegar al Parque de los Almendros. Era su lugar favorito para desconectar de los problemas de matemáticas y la larga lista de capitales de países que le obligaban a memorizar. Una vez allí, solía sentarse en un banco de madera desde el cual podía contemplar una panorámica preciosa de la arboleda y del lago con forma de corazón donde siempre chapoteaban unas cuantas familias de patitos.

Sucedió que, una de esas tardes, se acercó a su banco habitual, tomó asiento, y al mirar al frente descubrió que a pocos metros habían colocado una estatua de mármol blanco. Le llamó mucho la atención, pues representaba la figura de un niño de su edad, descalzo y cubierto de harapos, que parecía mirarle fijamente.

– ¡Qué estatua tan deprimente! Podían haber puesto la figura de un príncipe o una diosa romana en vez de la de un andrajoso mendigo.

Según pronunció estas palabras, escuchó una voz infantil.

– ¿De verdad crees que solo soy un trozo de piedra al que un escultor ha dado forma?

Saúl dio un respingo y su corazón empezó a latir a toda velocidad. Tras unos segundos de desconcierto, se abanicó con la palma de la mano y trató de recomponerse. ¡El calor de esos primeros días de verano le estaba haciendo delirar!

– ¡Qué susto! Por un momento pensé que la estatua me estaba hablando. ¡Será mejor que me vaya!

Se estaba poniendo en pie cuando volvió a escuchar la misma voz.

– Sí, te hablaba a ti. ¡Aguarda, por favor!

Saúl miró de izquierda a derecha por si algún paseante había oído lo mismo que él, pero sorprendentemente nadie parecía percatarse de nada. Atemorizado, anduvo unos pasos y se situó junto a la escultura anclada al pequeño pedestal. A simple vista calculó que el chico de piedra tenía su misma edad y estatura, pero cuando lo miró con más detenimiento se estremeció porque se parecía muchísimo a él: la misma forma ovalada del rostro, los ojos rasgados, la nariz respingona heredada de su abuelo… ¡Era una réplica casi perfecta de sí mismo

el nombre es el secreto de saul

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