Cuento de la sirena q se convirtió en un pez bajo el mar
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
La sirenita.
En algún lugar del inmenso mar, vivía Alice con sus padres y su mascota, la cual era un pequeño caracol que se movía muy lentamente de un lado a otro. Alice era una sirena muy feliz y linda, tenía un corto cabello negro, ojos marrones, naricita pequeña, y su cola estaba llena de escamas de colores que brillaban como un arcoíris cuando el sol las alcanzaba.
Ella nunca faltaba a las lecciones del mar que impartía la sabia tortuga marina, la cual era la mejor maestra del mundo, y le enseñaba a sus alumnos como cuidar su medio ambiente o a reconocer la plantas marinas, narrando a la vez anécdotas de su larga vida. Todos amaban escuchar las aventuras de la sabia tortuga, como aquella vez que viajó alrededor del mundo conociendo peces de diferentes formas y colores. Había aguas muy frías y otras más cálidas, los mares se unían con enormes ríos cristalinos y las palmeras eran siempre acariciadas por el viento. Su experiencia como viajera siempre le hacía decir a sus pequeños las siguientes palabras:
El mundo es hermoso niños, pero también es peligroso – aseguraba señalándolos con su verde aleta -, por eso deben obedecer a sus padres y no irse con desconocidos nunca.
Todos escuchaban atentamente las palabras de la anciana tortuga, le tenían mucho respeto y no querían defraudarla ningún día así que, cuando acababa la clase, volvían siempre en grupo para no perderse. Alice caminaba siempre junto a Jorge, su vecino, un pececito muy colorido y lleno de energía, que hablaba sin parar de cualquier cosa. Cuando llegaron a casa ese día les contaron a sus padres lo maravillosa que había sido la clase de su maestra la tortuga.
Un día cualquiera, Alice se quedó dormida sin querer y se levantó muy tarde para ir al colegio, arreglándose de forma apurada. Salió de casa nadando rápidamente, pero de repente, una anguila marrón le tapó el paso y se puso a hablar con ella:
¿A dónde vas tan apurada pequeña sirenita?- dijo con una rara sonrisa el señor anguila.
“Voy al colegio señor-dijo Alice- , que tenga un buen día.
¿Por qué tan apurada? –Preguntó volviendo a taparle el camino a la sirenita-, ¿no quieres mejor ir a comer un helado?.
No señor, mis padres y mi profesora dicen que no debo irme con desconocidos –aseguró seria la sirenita.
Pero yo no soy un desconocido -dijo la anguila-, llevamos un rato hablado, ya somos amigos.
La sirenita se sintió nerviosa y nadó rápidamente sin responder nada, llegando casi sin aliento al colegio. Ese día vieron corales y escucharon una historia de la profesora, de cómo se había quedado atrapada en un coral parecido hace muchos años. Volvió a casa ese día temprano, dejando su mochila de algas en su habitación, luego nadó hasta el comedor donde se encontró al señor anguila que le sonrió enormemente. Estaba junto a su padre.
Hija- dijo el papá de Alice– ven a conocer a tu tío Angie -Alice se sentía confundida pero se acercó de igual forma y le saludó con la mano-
Me contó tu tío que te encontró de camino a la escuela -dijo riendo papá- y que rechazaste la oferta de ir a comer helado con él.
No sabía quién era papá -dijo Alice.
“Y por eso me siento tan orgulloso -dijo el tío anguila-, ojalá todos los niños fuesen tan conscientes como tú, Alice.
Alice se sintió contenta por el halago que le había dado su tío, y le contó que tenía los mejores padres del mundo, y la maestra más maravillosa que había conocido jamás, que no sólo era buena contando anécdotas, sino que les enseñaba cosas muy importantes todos los días. Ese día había demostrado que era una niña muy obediente, que no se iría nunca con desconocidos, ni haría nada malo para no decepcionar a las personas que confiaban en ella