cuantos valores y antivalores hay en colombia
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El país parece alejarse cada vez más de una contienda democrática transparente y moderada. Ricardo Silva se queja en su columna del viernes pasado de que después de haberlo cogido en la mentira, 3"759.97 millones de votantes respaldaron en la primera vuelta al Osca Iván Zuluaga. Alvaro Uribe acusó a Santos de haber recibido dos millones de dólares de mafiosos, tomó del pelo varias semanas sin presentar las pruebas, haciéndose el gracioso, para confesar después de la primera vuelta que no las tenía. Y una multitud le celebra haber atentado a la ligera contra la honra del presidente sin poderlo sustentar.
Parece que en el Centro Democrático, cuyo nombre ya es una forma de ocultar la verdad, no han pegado la moderación y la decencia, ni entre sus seguidores. Cuando se creía que Zuluaga era un señor común y corriente, educado con el producto de la venta de empanadas en Pensilvania, Caldas, solamente contaba con el 5 por ciento de los votantes. María Isabel Rueda reveló que había participado en componendas para sacar a un Superintendente que trataba de evitar lo que después se ha conocido de una firma de bolsa que dejó a muchos de sus clientes en la ruina, y subió su popularidad a dos dígitos. Cuando se reveló que tenía contratado a alguien para espiar y hacer guerra sucia en las redes siguió subiendo, y cuando salió la foto con el espía electrónico y la grabación en la que hablaba en forma muy suelta de boicotear a otros lo premian con millones de votos de malandros o simpatizantes de ellos. Y ahora que aparentemente se ha volteado habilidosamente, quien sabe cuántos más se le habrán sumado con la convicción de que abrazó a la paz para ganar las elecciones, pero que después se vuelve a echar para atrás.
Contrasta eso con lo que le sucedió a Enrique Peñalosa que se posicionó como el "candidato de la decencia" y perdió más de la mitad de los votos con los que entró a la contienda. Esta trayectoria y la de Zuluaga, en sentido contrario, hacen pensar que hay un grupo importante de votantes que quisieran que el candidato por el que van a votar sea capaz de todo. Si los engaña no importa. Lo que para ellos es vital es que haga lo que sea necesario para ganar, y que después, cuando esté en el poder también los haga para preservar un orden que no es sostenible porque se basa en el privilegio y la desigualdad, que son hermanas de la opresión.
Esos antivalores que han vuelto a emerger en Colombia en estas elecciones, que algunos ven como la pérdida de la decencia, no son solamente eso. Es una indicación de que hay un grupo de colombianos, quizás no mayoritario, pero con suficiente peso que está dispuesto a llevar al país a cometer excesos, incluyendo jugar sucio, ocultar, tergiversar, amenazar y quizás llevar a cabo esas amenazas.
Ya están amenazando con llevar a Santos a un juicio y proclaman que con el triunfo vendrá el fin de la prensa y de los medios que no los acompañan. Cocinan un régimen represivo, y la Constitución y las leyes no van a ser obstáculo para que lo organicen ni para que lleven a cabo sus excesos.