Cuántas partes debe tener un diálogo para resolver un problema? que nos dice el número 4?
Respuestas a la pregunta
Resolver conflictos personales es una cuestión que ocupa una gran parte de nuestras vidas. El diálogo es la mejor herramienta para resolver los problemas que implican a personas y por ende, a sentimientos. Si hablamos de conflictos familiares, uno de los más habituales y duros son los divorcios. Normalmente ante una situación así es recomendable la figura del mediador. Tanto para ayudar a los menores implicados o para lidiar entre las disputas de los padres.
Resolver conflictos personales, nuestra lucha diaria
Los humanos somos conflictivos, porque nacemos así o porque las circunstancias nos hacen serlo. Pero ante las dificultades tendemos a responder con enfado y resentimiento. Los problemas y la manera de resolver conflictos ocupan una parte importante en nuestras vidas. Por eso la intervención de un tercero, ajeno al conflicto, es un gran paso para resolver problemas.
En todo el mundo se intenta promover la cultura de la mediación. Y no tan solo en el ámbito familiar, sino en todos los ámbitos de la vida. Puesto que los conflictos que no cicatrizan desencadenan en guerras y luchas inútiles.
Conflictos familiares con graves consecuencias
En el caso de una separación el problema no es el divorcio en sí. Sino que este proceso no se resuelva de la mejor manera posible. Que queden cosas por decir y hacer y que en un futuro se pueda volver en contra de esa familia que se acaba de romper. Sobre todo en aquellos caso donde hay hijos menores.
Una separación se vive con mucho dolor y mucha tensión. Toda ruptura familiar conlleva, además de las cuestiones legales, un proceso emocional, personal y psicológico que viven todos los miembros implicados. Por eso es importante recordar que el juez y los abogados solo resuelven las cuestiones legales, pero no las emocionales y afectivas.
El proceso emocional no acaba cuando se dicta sentencia, necesita de un tiempo y una madurez de los implicados para ser superado. En ese momento es cuando entra en juego el mediador familiar, para poder entender las heridas. Porque lo que no se entiende no se puede curar.
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