¿Cuándo se celebró el Concilio Vaticano II?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:Inicio 11 de octubre de 1962
Término 8 de diciembre de 1965
Hasta los años sesenta del siglo pasado, la misa se celebraba en latín y con el sacerdote de espaldas a los fieles. Estos rasgos litúrgicos eran solo el aspecto más visible del abismo que separaba al clero de la Iglesia católica del mundo, incluidos los feligreses.
La institución vivía encerrada en sí misma. Solía hacer oídos sordos a los asuntos terrenales aunque fuesen flagrantes abusos políticos o injusticias sociales, cuando no se integraba directamente en el poder para mantener sus privilegios.
En Roma seguía imperando la figura del papa rey, de un sumo pontífice que gobernaba la Santa Sede y la cristiandad al estilo de un monarca absolutista e inaccesible. Algo parecido sucedía con sus príncipes, los obispos, en cada diócesis y, aunque matizado por la proximidad, con los sacerdotes en cada parroquia.
Del mismo modo que había una relación vertical con los creyentes, el diálogo con las comunidades ortodoxas y protestantes y con otras religiones era una rareza.
Todo esto cambió con el Concilio Vaticano II, inaugurado hace medio siglo, en octubre de 1962. Juan XXIII, su convocante, definió con su sabiduría y sencillez características el propósito de esta asamblea general al máximo nivel eclesiástico.
El Papa buscaba que entrara “un poco de aire fresco en la Iglesia”, “abrir las ventanas” de ésta “para que [los clérigos] podamos ver hacia fuera y los fieles puedan ver hacia el interior”. Hacía tiempo que el catolicismo necesitaba una puesta al día.
Una misión inacabada
El concilio anterior, el Vaticano I, se había realizado de 1869 a 1870. Proclamó la infalibilidad del papa, entre otras reformas doctrinales encaminadas a contestar desafíos de la época como la pujanza del racionalismo, el liberalismo y el materialismo.
Pero la cumbre se suspendió a mitad de camino. El estallido de la guerra franco-prusiana privó a Roma de la protección gala, lo que la flamante Italia unificada, aliada de los alemanes, aprovechó para anexionar por la fuerza los Estados Pontificios. Justo cuando la capital acogía la reunión episcopal.
La interrupción dejó en el tintero la mayoría de los asuntos dogmáticos y todos los pastorales a debatir. Se trataba de puntos que ya se habían fijado en el concilio previo, el de Trento, aquel del siglo XVI que había orquestado la Contrarreforma en respuesta al cisma protestante. La misa, por ejemplo, continuó oficiándose según el obsoleto modelo tridentino, pese a que el mundo se había transformado de un modo más que evidente desde el Renacimiento.