Castellano, pregunta formulada por aleja81010, hace 2 meses


Cuando los ojos a la vida abría,
al comenzar mi terrenal carrera,
la hermosa luz que vi por vez primera
fue la luz de tus ojos, ¡madre mía!.

Y hoy que, siguiendo mi escarpada vía,
espesas sombras hallo por doquiera,
la luz de tu mirada placentera
ilumina mi senda todavía.

Mírame, ¡oh madre!, en la postrera hora,
cuando a las sombras de mi noche oscura
avance ya con vacilante paso.

Quiero que el sol que iluminó mi aurora
sea el mismo sol que con su lumbre pura
desvanezca las brumas de mi ocaso.
Por favor díganme las estrofas y versos del poema y el tema

Respuestas a la pregunta

Contestado por isamari0416
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Explicación:

El rey león es una película clásica animada sobre la sabana africana. Cuando el rey león muere tratando de salvar a su hijo, el príncipe león es forzado al exilio mientras un gobernante déspota destruye el equilibrio de la sabana. El príncipe león reclama su reinado mediante la ayuda de un mentor, y sus ojos se abren a la necesidad de crear un equilibrio en el gran ciclo de la vida de la sabana. Reclamando su lugar legítimo como rey, el joven león sigue el consejo de “mirar más allá de lo que ve”1.

Al aprender a ser herederos de todo lo que nuestro Padre tiene, el Evangelio nos enseña a mirar más allá de lo que vemos. Para mirar más allá de lo que vemos, debemos mirar a los demás a través de los ojos de nuestro Salvador. La red del Evangelio está llena de una gran variedad de personas. No podemos comprender plenamente las decisiones y los antecedentes psicológicos de las personas en nuestro mundo, congregaciones de la Iglesia, ni aun en nuestra familia, ya que muy rara vez tenemos la visión total de quiénes son ellos. Debemos mirar más allá de las suposiciones y estereotipos fáciles de hacer, y ampliar el pequeño lente de nuestra experiencia.

Mis ojos fueron abiertos para “mirar más allá de lo que podía ver” cuando servía como presidente de misión. Un joven élder llegó con una mirada atemorizada. Cuando lo entrevisté, él con tristeza dijo: “Quiero regresar a casa”. Yo pensé: “Bueno, podemos arreglar esto”. Le aconsejé que trabajara con ahínco y orara acerca de ello por una semana y que luego me llamara. Una semana después, casi a la misma hora, llamó. Todavía quería irse a casa. Otra vez le aconsejé orar, trabajar arduamente y que me llamara en una semana. En nuestra próxima entrevista, las cosas no habían cambiado; él insistía en irse a casa.

Yo sencillamente no iba a dejar que eso sucediera, así que empecé a enseñarle sobre la sagrada naturaleza de su llamamiento. Lo animé a “olvidarse de sí mismo y ponerse a trabajar”2; pero sin importar qué consejo le daba, no cambiaba de idea. Por último, se me ocurrió pensar que yo no tenía la visión plena. Fue entonces cuando sentí la impresión de preguntarle: “Élder, ¿qué es lo que le resulta difícil?”. Lo que dijo me partió el corazón: “Presidente, no sé leer”.

El sabio consejo que yo pensaba que era tan importante que él escuchara no era para nada relevante a sus necesidades. Lo que él más necesitaba era que yo mirara más allá de mi apresurado juicio y permitiera que el Espíritu me ayudara a entender lo que realmente estaba pensando ese élder. Él necesitaba que yo lo viera de la manera correcta y le ofreciera una razón para tener esperanza; en cambio, actué como una bola de demolición gigante. Este valiente élder aprendió a leer y se convirtió en un discípulo de Jesucristo muy puro. Él abrió mis ojos a las palabras del Señor: “… porque Jehová no mira lo que el hombre mira, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Samuel 16:7)”.


aleja81010: muy bien todo pero no responde a la pregunta pero gracias
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