Matemáticas, pregunta formulada por mena48808, hace 11 meses

Cuando dijo
Clarisa
que
se
iba a
morir​

Respuestas a la pregunta

Contestado por Magless
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Respuesta:

   La llegada del Papa se produjo cuando Clarisa aún no cumplía ochenta años, aunque no era fácil calcular su edad exacta, porque se la aumentaba por coquetería, nada más que para oír decir cuán bien se conservaba a los ochenta y cinco que pregonaba. Le sobraba ánimo, pero le faltaba el cuerpo, le costaba caminar, se desorientaba en las calles, no tenía apetito y acabó alimentándose de flores y miel. El espíritu se le fue desprendiendo en la misma medida en que le germinaron las alas, pero los preparativos de la visita papal le devolvieron el entusiasmo por las aventuras terrenales. No aceptó ver el espectáculo por televisión, porque sentía una desconfianza profunda por ese aparato. Estaba convencida de que hasta el astronauta en la luna era una patraña filmada en un estudio de Hollywood, igual como engañaban con esas historias en las cuales los protagonistas se amaban o se morían de mentira y una semana después reaparecían con sus mismas caras, padeciendo otros destinos. Clarisa quiso ver al Pontífice con sus propios ojos, para que no fueran a mostrarle en la pantalla a un actor con paramentos episcopales, de modo que tuve que acompañarla a vitorearlo en su paso por las calles. Al cabo de un par de horas defendiéndonos de la muchedumbre de creyentes y de vendedores de cirios, camisetas estampadas, policromías y santos de plástico, logramos vislumbrar al Santo Padre, magnífico dentro de una caja de vidrio portátil, como una blanca marsopa en su acuario. Clarisa cayó de rodillas, a punto de ser aplastada por los fanáticos y por los guardias de la escolta. En ese instante, justamente cuanto teníamos al Papa a tiro de piedra, surgió por una calle lateral una columna de hombres vestidos de monjas, con las caras pintarrajeadas, enarbolando pancartas en favor del aborto, el divorcio, la sodomía y el derecho de las mujeres a ejercer el sacerdocio. Clarisa hurgó en su bolso con mano temblorosa, encontró sus gafas y se las colocó para cerciorarse de que no se trataba de una alucinación.

   - Vámonos, hija. Ya he visto demasiado -me dijo, pálida,

   Tan desencajada estaba, que para distraerla ofrecí comprarle un cabello del Papa, pero no lo quiso, porque no había garantía de su autenticidad. El número de reliquias capilares ofrecidas por los comerciantes era tal, que alcanzaba para relenar un par de colchones, según calculó un periódico socialista.

   - Estoy muy vieja y ya no entiendo el mundo, hija. Lo mejor es volver a casa.

   Llegó a su caserón extenuada, con el fragor de campanas y vítores todavía retumbándole en las sienes. Partí a la cocina a preparar una sopa para el juez y a calentar agua para darle a ella una infusión de camomilla, a ver si eso la traquilizaba un poco. Entre tanto  Clarisa, con una expresión de gran melancolía, colocó todo en orden y sirvió el último plato de comida para su marido. Puso la bandeja ante la puerta cerrada y llamó por primera vez en más de cuarenta años.

   -¿Cuántas veces he dicho que no me molesten? -protestó la voz decrépita del juez.

   - Disculpa, querido, sólo deseo avisarte que me voy a morir

Explicación paso a paso:

El momento donde se va a a morir es el final

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