cuales son los limites y la situacion social de periodo barroco
Respuestas a la pregunta
Los límites del barroco literario hispanoamericano
Luis Sáinz de Medrano Arce
Tratar de señalar los orígenes y el término del barroco literario hispanoamericano es querer poner puertas al campo. Pocos fenómenos culturales han existido en un plano universal tan movedizos como éste, aun admitiendo que ninguno de ellos, incluso los que pretendieron iniciarse con manifiestos u otras declaraciones de principios, es fácilmente encuadrable en fronteras cronológicas.
La tentación de hacerlo ha sido, sin embargo, grande. Por ejemplo, Irving A. Leonard afirma que los límites del barroco hispanoamericano en general se sitúan aproximadamente de mediados del siglo XVII a mediados del XVIII1, pero luego se aventura a concretar que «cuando Fray García Guerra cruzaba el Atlántico para convertirse en un Príncipe del Estado a la vez que en un Príncipe de la Iglesia, simbolizaba de un modo impresionante el traslado del Barroco al Nuevo Mundo»2. Ocurría esto en 1608. Fray García Guerra iba a tomar posesión del arzobispado de la ciudad de Méjico, y posteriormente llegaría a ocupar el cargo de virrey. Apurando más las cosas, el germano-argentino Rudolf Grossmann da las fechas 1630 y 1760 como delimitadoras de «la época barroca de la era colonial»3.
A nuestro entender, demarcar el Barroco no puede consistir sino en tratar de apreciar en la medida de lo posible cuándo empiezan y cuándo terminan ciertas tensiones humanas que producen determinadas tendencias expresivas. Lo que importa sobre todo es, pues, más que obsesionarse con las proposiciones de un Wölfflin4, ir, como ha dicho Orozco, «del formalismo a la búsqueda del alma barroca»5. Lo sociológico y lo estético se interrelacionan, ciertamente, determinándose en forma mutua, aunque arrancando siempre del primer hecho. En honor a la verdad hay que recordar que Grossmann ha subrayado esto al decir que la historia del Barroco en Iberoamérica es la de «una coincidencia inicial y un distanciamiento posterior del absolutismo estatal y del eclesiástico»6.
Cabe incluso que la historia de estas tensiones y preocupaciones sea la historia completa de Hispanoamérica, salvo momentos excepcionales; y quepa por ello aceptar con Wagner de Reyna que el Barroco es la única etapa cultural del Nuevo Mundo7, en cuanto ni el iluminismo ni el liberalismo ni el marxismo han aniquilado ciertos rasgos esenciales de lo iberoamericano identificados como barrocos: personalismo, preocupación por el detalle y la forma, la dispersión, la natural melancolía, la presencia de la muerte... Aunque el tradicionalismo del crítico peruano despierte algunas reservas, el hecho es que en lo literario lo ocurrido a partir de la fecha -1954- en que hizo tales aseveraciones ha venido a darle la razón. En el XVII Congreso del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, celebrado en Madrid en 1975, se insistió bastante en este punto: «Hablar del barroco en América -opinaba el profesor Alfredo Roggiando, asumiendo una tesis plenamente compartida por los participantes- es hacer la verdadera historia de las artes y las letras (y algunos dicen que del pensamiento) del Nuevo Mundo. Tal es su vitalidad y su importancia. Porque América es barroca desde antes del barroquismo europeo y por mucho tiempo después: lo es y lo seguirá siendo»8. Estas palabras confirman no sólo las de Wagner de Reyna sino otras muy difundidas del novelista Alejo Carpentier:
Respuesta:
Tratar de señalar los orígenes y el término del barroco literario hispanoamericano es querer poner puertas al campo. Leonard afirma que los límites del barroco hispanoamericano en general se sitúan aproximadamente de mediados del siglo XVII a mediados del XVIII1, pero luego se aventura a concretar que «cuando Fray García Guerra cruzaba el Atlántico para convertirse en un Príncipe del Estado a la vez que en un Príncipe de la Iglesia, simbolizaba de un modo impresionante el traslado del Barroco al Nuevo Mundo»2. En honor a la verdad hay que recordar que Grossmann ha subrayado esto al decir que la historia del Barroco en Iberoamérica es la de «una coincidencia inicial y un distanciamiento posterior del absolutismo estatal y del eclesiástico»
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