Geografía, pregunta formulada por celeroldan145, hace 4 meses

cuáles son los impuestos que daban malestar a la situación social del campesinado?porfaa​

Respuestas a la pregunta

Contestado por XxAngel21XX
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El origen de las indagaciones que presento en este escrito es un cruce de intereses en

torno a las comunidades indígenas y a las luchas campesinas desencadenadas desde los

años cercanos a 1930. ¿Qué los motivó? Numerosos diálogos, enseñanzas y

observaciones acumuladas a través de distintas oportunidades de trabajo, estudio y

acercamientos políticos. La primera de ellas fue un corto proyecto de investigación

sobre los campesinos asentados en el entorno de la laguna de Fúquene, Cundinamarca,

dirigido por la desaparecida antropóloga Piedad Gómez, durante el cual me encontré de

manos a boca con un inadvertido proceso de educación y organización de la recién

nacida ANUC. Era liderado por un maestro autodidacta, don Miguel Espitia,

administrador de una estación del Instituto Geográfico Agustín Codazzi en la isla del

Santuario, parte de esa laguna, a principios de los años setenta. Don Miguel reunió a los

campesinos de la región, discutió con ellos elementos de teoría política y problemas

agrarios de país y los acompañó en la formulación del Mandato Campesino hecho

público en ese lugar.

Poco después tuve la oportunidad de vincularme a un entusiasta grupo de trabajo

en el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), en donde se

preparaban estudios novedosos para la Encuesta de Hogares, la Agricultura y la

Industria Nacionales, y el Censo Nacional de población de 1974.

participé al frente del diseño del censo de población indígena, por lo que entré en

contacto con varias comunidades, en donde se realizó un censo experimental con la intensa participación de su

organización, el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC). Posteriormente entré a

formar parte de un equipo de trabajo en el Centro de Investigaciones para el Desarrollo  

profesor en esa área durante mis estudios de Antropología en esa misma universidad.

Bajo su orientación exploramos las condiciones de vida de los campesinos del páramo  

de Sumapaz, de las cuales venía teniendo conocimiento a través de distintas fuentes,

entre ellas mis conversaciones con un antiguo dirigente agrario, Gerardo González.

En esos años acompañé al politólogo norteamericano Paul Oquist, a quien había

conocido en Berkeley –donde él hacía su doctorado y yo mi maestría–, en algunas

exploraciones sobre el tema de su tesis, la violencia en Colombia. Nos acercaron amigos

comunes y su interés de investigación. Coincidimos al regresar al país y en el desarrollo

de su estudio convergimos en las preocupaciones sobre las perspectivas regionales de la

violencia y en el caso particular del Tolima, región conocida y comentada en medios

familiares y de amigos por la pavorosa incidencia que habían tenido en ella las

expresiones más agudas del conflicto. Avivó mi interés por esta historia el contacto con

los paisajes y las gentes del Sumapaz, en donde perduraban y aún perduran muchos

antecedentes de las movilizaciones y luchas. Movido por crecientes inquietudes

políticas, comencé a hacer el estudio sobre la violencia en tres regiones de ese

departamento, con el apoyo de una beca de investigación de la Fundación Ford y

mientras laboraba en el Ministerio de Agricultura, en un proyecto de la FAO sobre

empleo rural. Un nuevo ofrecimiento de trabajo en la Universidad de Antioquia me

permitió redactar mi primer libro, Violencia y desarrollo, basado en esa investigación.

Nuestra guerra estaba aún lejos de atraer el interés de los académicos y apenas

contábamos con instrumentos para acercarnos a su comprensión, pero este trabajo me

dejó elementos, no solamente de la lucha política, a la que dediqué el mayor énfasis en

ese acercamiento, sino de sensibilización a la aproximación geográfica y cultural, a lo  

Fue una nueva oportunidad de acercamiento al campo y a los  campesinos, ahora desde la óptica del “desarrollo”. Nos faltaba mucho por entender los  alcances de esta iniciativa, impulsada por el Banco Mundial en particular, pero no fue  menor la posibilidad de acercarse a ese universo que estábamos lejos de comprender. En  muchas de las regiones rurales que visitamos aún vivían los impulsos de la reforma  agraria, aún se sentían los empujes de las recuperaciones campesinas de las tierras . Desde la orilla política con la cual tenía cercanías se iba percibiendo su  amenaza: era como una pesadilla de la cual no se lograba despertar.  La vida seguía con esa sombra al lado y de esa manera fui entretejiendo los  aprendizajes y conocimientos de la investigación sobre la historia de los movimientos  campesinos y el conflicto armado con experiencias en la administración pública, que me  ayudaban a formarme en los temas de las políticas agrarias y la alimentación, a los  cuales seguí vinculado, con algunas interrupciones. Un fruto de esos cruces fue misegundo libro, Haciendas, campesinos y políticas agrarias en Colombia 1920-1980,

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