Biología, pregunta formulada por jaennmurilo21, hace 1 año

cuales son los hallazgos sobre el proyecto genoma humano

Respuestas a la pregunta

Contestado por larittabattiston
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Respuesta:

Descubrirse como un producto, aunque sea de calidad, añade el padre Honings, «pone en peligro la propia autocomprensión normativa», es decir, el individuo se ve a sí mismo como un simple repetidor o ejecutor de proyectos externos, por los que es dominado y determinado; y si falta libertad, falta también la responsabilidad moral.

–Cuál es su opinión sobre la libertad de investigación reivindicada por muchos?

–Profesor Losito: Si por libertad de investigación se entiende la libertad de indagar en cualquier dirección –como subrayó el padre Colombo–, hay que pedir al científico que no pierda la relación que une su libertad con la realidad, reconociendo un bien, la vida de todos, empezando por la del que experimenta, sin la cual no subsistiría su misma libertad.

–¿Qué desafíos debe afrontar la genética?

–Profesor Losito: Ciertamente la genética no tiene capacidad para pensar por sí misma, la tienen los genetistas, con la ayuda de una adecuada e integral formación personal. Solo así, decía el profesor Paul Lauritzen, tendrán la posibilidad de desarrollar esta disciplina sin reducir al hombre a un mero artefacto. Los riesgos son muchos. No sólo nos estamos jugando el futuro del ser humano sino el mismo sentido de lo «humano»; y una vez llegados al paraíso posthumano, hacia el que querrían arrastrarnos algunos transhumanistas, mirando hacia atrás, descubriremos que hemos dejado atrás al hombre.

–¿Qué desafíos esperan en cambio a la Iglesia en este campo?

–Profesor Losito: En algunos de sus apartados, el Congreso, además de explicitar el papel de los organismos internacionales y de la necesidad de su colaboración, como hizo el arzobispo Celestino Migliore, y de mostrar la importancia de las llamadas «Charities» (organizaciones humanitarias), por parte de la doctora Francesca Pasinelli, se centró precisamente en los elementos que afectan en primera instancia a la Iglesia y que podemos resumir en tres puntos: acogida del débil, evangelización de la cultura y diaconía de la verdad.

Sobre todo, en su misión pastoral, anunció con fuerza el cardenal Karl Lehmann, la Iglesia debe siempre caminar al paso del más débil, dando voz a aquél que la enfermedad y la estigmatización genética han dejado mudo; aquél al que una «mejor» práctica genética un día impedirá nacer. La hipertrofia del sentido de omnipotencia, afirmó la profesora Maria Luisa Di Pietro, lleva «del delirio de Prometeo a la vergüenza de Prometeo»; con tal de vencer a una enfermedad, paradójicamente se prefiere perder al enfermo. La Iglesia dice «no» a una nueva forma de racismo, que podemos definir «genetismo»: ahora nos se basa en el color o en el sexo, sino en las secuencias básicas del ADN.

Por lo que se refiere al segundo punto, hace falta sobre todo que los miembros de la misma Iglesia sean formados adecuadamente en temas genéticos y en general en Bioética, porque como afirmó el cardenal Paul Poupard, «si el Evangelio de la vida no camina con las piernas de la cultura, no puede soportar el desafío de la contracultura de muerte». En esto la Iglesia debe ejercer un discernimiento informado: «Examinad cada cosa, retened todo lo que es bueno» (1Teslonicenses 5, 21), dijo en su ponencia el cardenal Angelo Scola. Es seguramente en este surco donde se inscribe el presente congreso.

–¿Cuál es la verdad que la Iglesia indica como solución a los problemas suscitados por la genética?

–Profesor Losito: El servicio humilde a la verdad tiene dos aspectos. En primer lugar, la Iglesia debe anunciar la buena noticia de la muerte y resurrección de Cristo. La acogida de tal anuncio transforma los corazones y genera hombres nuevos y plenamente felices, más de lo que pueda hacer la mejor terapia génica. Hombres nuevos crean una cultura y una ciencia nueva.

En segundo lugar, junto con la ciencia, la Iglesia tiene el deber de recordar que el hombre está muy poco determinado por sus propios genes. En términos cuantitativos, las diferencias genéticas entre un ser humano y otro, entre un ser humano y un mono, son mínimas. Los hombres, por tanto no se reconocen como hermanos basándose en la parentela genética, sino porque se descubren hijos de un mismo Padre. La dignidad y la fraternidad humanas son realidades «metagenéticas». Es Cristo y no el ADN quien revela plenamente un ser humano a otro ser humano.

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