¿Cuáles son los espacios de silencio y oración que tienes en tu vida?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Hoy me permito aconsejarle una terapia, por cierto fácil y barata, aunque más barata que fácil: el silencio interior. Tómese varias veces al día unos espacios de silencio. El porqué, es claro. Vivimos en el siglo del ruido, del estrés, del mal genio y de la neurosis. Prensa, radio, cine y televisión; aparatos, máquinas y motores de todas clases; amigos, vendedores, locutores sobre todo los deportivos, que ponen a prueba la paciencia del mismo Job todo se confabula para poner los nervios de punta y no dejarnos reposar, ser nosotros, disfrutar de alegría y de paz.
Explicación:
Cada día experimentamos momentos en los que nuestra resistencia llega a su límite normal; ratos en los que quisiéramos poder apagar el cerebro salirnos de la realidad, por unos instantes siquiera, para no encontrarnos con nadie, ni siquiera con nosotros mismos con ese yo que se vuelve a veces tan tirano, tan verdugo, tan inmisericorde, con ese yo que hay días en que nos mantea y lanza a lo alto, como a Sancho, o nos deprime hasta la abyección y nos trae al retortero con la angustia o el regaño de nuestro autoritario superego.
Para traer un alivio a todos estos males interiores, le recomiendo hacer con frecuencia espacios de silencio interior.
Empecemos por el silencio de la palabra. Ante tanta palabrería del medio ambiente se impone hacer silencios, apagando nuestros sentidos, poniendo un sello a nuestra lengua para que el lenguaje mantenga su calidad y no degenere en verborrea.
Hay silencios que hablan. Que lo diga nuestro espíritu cuando cesa, por unos minutos, una sirena de alarma o el tormento de un motor. Las dendritas células nerviosas de nuestro cerebro se doblegan dulcemente, vencidas por la tirantez y el cansancio, y se echan, perezosas, a dormir.
Hagamos una aplicación de este silencio a la Santa Misa. Se dan misas muchas? todas? que lamentablemente se asemejan a la transmisión de un partido de fútbol la única ventaja es que no son tan largas: el sacerdote lee, recita y grita, con un repique monótono, superficial y cansón. Qué bueno sería que todos los sacerdotes hiciéramos espacios de silencio en la Santa Misa! Ganarían nuestras misas y cuánto aumentaría la asistencia a ellas, si todo sacerdote guardara espacios de silencio para darle al Espítiru Santo la oportunidad de hablar. Fuera de que los asistentes podrían a su vez dar salida a sus oraciones, afectos y actos de fe.
Volvamos al silencio en nuestra vida diaria de neurosis y trajín. A veces el trabajo, el diálogo, la amistad exigen el retiro a la soledad interior.
Alguien podría emplear este espacio para la oración. Bien hace, pero no me refiero aquí a los espacios de oración sino de silencio total. Algo así como suspender completamente la comunicación con el mundo exterior e interior. Se trata de crear espacios en blanco no es fácil en que apaguemos los sentidos así estemos en la oficina, en la calle o en el avión sin permitir que ningún estímulo interior ni exterior despierte nuestra conciencia que ha entrado en estado de reposo absoluto. Cierre los ojos. Si es necesario, con una mano en el rostro, tome la posición de El Pensador de Rodin. No le tenga miedo al qué dirán. Está usted ejerciendo un derecho fundamental: la necesidad de descansar, el derecho a ser usted.
Si usted cultiva esta terapia con constancia y perfección, puede llegar hasta aislarse del ruido exterior y de un molesto cansancio o dolor.
Usando con frecuencia de estas pausas de silencio se mantiene la salud mental y se acrecienta la paz del espíritu. Es curioso verificar cómo el silencio enriquece el lenguaje y embellece la comunicación. Mejora la relación entre esposos, de los padres con los hijos, del jefe con su personal.
Unos minutos de silencio bastan para apagar nuestra excitación interior, para extinguir una ira, un deseo de venganza, para devolvernos la confianza en nosotros mismos, para sacarnos de la tristeza o depresión.
Cultive el silencio y aprenderá a hablar. Dele descanso a sus neurosis: aprenda a callar.