¿Cuales son las vivencias personales de julio Ramón Ribeyro al escribir Al pie del acantilado?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Julio Ramón Ribeyro es un hombre que está en un balcón. Este
hombre trabaja como redactor y traductor de noticias en la
agencia France-. El balcón cuelga anónimamente sobre
una plaza parisiense, la place , un anodino lugar de
paso desde el que se divisa –más allá de los tejados de pizarra
y el parpadeante letrero de un bureau – la arrogante torre
Montparnasse. Delgado, huraño y taciturno, Ribeyro se asoma
a la calle para fumar un cigarrillo y prestar un poco de atención.
Resulta fácil imaginárselo; apareció fotografiado de este modo
en varias ocasiones, especialmente durante la década de los
setenta. La mirada es la misma mirada de alguien
que pela un melocotón o aguarda a que le entreguen la factura
en una triste recepción de hotel. Al fondo se desploma el cielo
de París, inerte, semejante a un vientre cárdeno, extenuado, femenino y terrible, tan húmedo como el de la Lima de la niñez
de Ribeyro, una ciudad bajo cuya niebla fondea a menudo una
luz genuinamente submarina y a la que, por cierto, este hombre
siempre quiso volver. Tras la mirada ausente, el perfil aguileño
y una breve mueca de hastío, se amadriga la desesperada voluntad de redención de Ribeyro, la cual fue diseminando –noche
tras noche, texto a texto– por las entradas de su diario, por los
centenares de páginas de sus novelas, de sus apuntes y ensayos, de sus cuentos. Es habitual que las historias de Ribeyro
graviten sobre una decepción. Las encarnan, en consecuencia,
personajes defraudados en un mundo desalmado.