Religión, pregunta formulada por MomoEscalada, hace 4 meses

Cuáles son las tres condiciones, que pone Jesús, en el Evangelio, para hacer un camino de conversión?? ayudaa

Respuestas a la pregunta

Contestado por alejaAra0910
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Respuesta:

Conversión

La conversión entraña un cambio de comportamiento, pero va más allá de esto; se trata de un cambio en nuestra misma naturaleza. Es un cambio tan significativo que el Señor y Sus profetas se refieren a él como un nuevo nacimiento, un cambio de corazón y un bautismo de fuego. El Señor dijo:

“No te maravilles de que todo el género humano, sí, hombres y mujeres, toda nación, tribu, lengua y pueblo, deban nacer otra vez; sí, nacer de Dios, ser cambiados de su estado carnal y caído, a un estado de rectitud, siendo redimidos por Dios, convirtiéndose en sus hijos e hijas;

“y así llegan a ser nuevas criaturas; y a menos que hagan esto, de ningún modo pueden heredar el reino de Dios” (Mosíah 27:25‒26).

Información adicional

La conversión es un proceso, no un acontecimiento. Viene como resultado de nuestros esfuerzos justos por seguir al Salvador. Dichos esfuerzos entrañan ejercer la fe en Jesucristo, arrepentirnos del pecado, bautizarnos, recibir el don del Espíritu Santo y perseverar hasta el fin en la fe.

Si bien la conversión es algo milagroso y nos cambia la vida, se trata de un milagro sutil. Las visitas de ángeles y otros acontecimientos espectaculares no producen la conversión. Incluso Alma, que vio un ángel, no se convirtió sino hasta que hubo “ayunado y orado muchos días” para recibir un testimonio de la verdad (Alma 5:46). Por otro lado, Pablo, quien vio al Salvador resucitado, enseñó: “Nadie puede afirmar que Jesús es el Señor, sino por el Espíritu Santo” (1 Corintios 12:3).

El Libro de Mormón facilita una descripción de las personas que se han convertido al Señor:

Desean hacer lo bueno. El pueblo del rey Benjamín declaró: “El Espíritu del Señor Omnipotente… ha efectuado un potente cambio en nosotros, o sea, en nuestros corazones, por lo que ya no tenemos más disposición a obrar mal, sino a hacer lo bueno continuamente” (Mosíah 5:2). Alma habló de ciertas personas que “no podían ver el pecado sino con repugnancia” (Alma 13:12).

Explicación:

lo saque de google pero espero que hay este lo que necesitas espero te ayude :) :3

Contestado por gladisvelizhinostroz
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Respuesta:

1. Tolerancia

La primera condición indispensable para seguir de verdad a Jesús es la tolerancia, opuesta al fanatismo. Jesús camina con sus discípulos de norte a sur, desde Cafarnaúm en Galilea hacia Jerusalén en Judea, donde pronto se realizará su sacrificio redentor para después resucitar y ascender a la gloria del Padre. Y para llegar a esta ciudad debían pasar por Samaría, cuyos pobladores eran enemigos de los judíos.

La reacción de quienes quieren que caiga un rayo sobre los samaritanos que no habían querido recibir a Jesús, es la propia de los fanáticos que consideran que su causa tiene que triunfar mediante la eliminación de sus opositores. Esta actitud existe en todos los grupos sectarios que se consideran a sí mismos como los buenos, y, o conciben a Dios como un juez castigador que debe aniquilar a quienes consideran malos y pecadores, o simplemente piensan que quienes se les oponen no merecen vivir

La actitud de Jesús, que con su ejemplo nos revela la infinita misericordia de Dios, es totalmente contraria al fanatismo, por esencia incompasivo. Poco a poco sus discípulos irían entendiendo esto hasta superar las actitudes intolerantes, gracias a la acción del Espíritu Santo.

¿Acepto la diferencia de pensamientos y opiniones? ¿O soy intransigente considerándome de los “buenos” y queriendo aniquilar a quienes tacho de “malos” porque no piensan como yo?

2. Desapego

Una segunda condición del seguimiento de Jesús es el desapego, consistente en la disposición a vivir desinstalados a imagen de Él, que “no tiene dónde recostar la cabeza”. Seguir a Cristo exige no apegarse a las comodidades materiales y asumir las dificultades que implica cumplir la voluntad de Dios, venciendo la tentación del facilismo, de querer el éxito sin esfuerzo.

El verdadero seguidor de Jesús, por el contrario, es un ser libre de la esclavitud del egoísmo que impide realizar la ley del amor, tal como lo dice el apóstol san Pablo en la segunda lectura: “Cristo nos dio libertad para que seamos libres. Por lo tanto, manténganse firmes en esa libertad y no se sometan otra vez al yugo de la esclavitud. Ustedes han sido llamados a la libertad. Pero no usen esta libertad para dar rienda suelta a sus instintos, sino sírvanse los unos a los otros por amor. Porque toda la ley se resume en este solo mandato: "Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Gálatas 5, 1. 13-14).

¿Tengo la disposición de asumir el esfuerzo que implica seguir a Jesús, con la libertad de quien no se deja atar por apegos o afectos desordenados? ¿Cuáles son en mi caso esos apegos o afectos que me impiden seguir libremente a Jesucristo, y por lo mismo me impiden amar de verdad?

3. Perseverancia

La tercera condición es la perseverancia en el camino emprendido. En contraste con lo que cuenta la primera lectura refiriéndose a la vocación de Eliseo, quien antes de seguir como discípulo al profeta Elías le pidió que lo dejara ir a despedirse de sus padres y éste se lo permitió (1ª lectura)), la respuesta de Jesús a quien le pide ir primero a enterrar a su padre, o al otro que quiere ir a despedirse de su familia, parece por lo menos desconsiderada.

Sin embargo, lo que Él propone es la radicalidad que implica la decisión de seguirlo. Además de suponer que quien pretendía primero enterrar a su padre probablemente estaba dilatando el seguimiento de Jesús hasta cuando aquél falleciera, podemos deducir que el mensaje central del Evangelio es que Cristo está por encima de todo, incluso de la propia familia. Esto es explicable en el contexto en que fueron escritos los evangelios, cuando los cristianos eran perseguidos y tenían en sus familias posibles opositores y delatores ante las autoridades del imperio romano, que amenazaban con impedirles perseverar en el camino de la fe. Pero también es válido para nosotros, cuando anteponemos nuestros afectos familiares al seguimiento de Jesús.

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