cuáles son las tradiciones de las culturas urbanas? porfaaa le doy corazón
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Luces de neón por todas partes, rascacielos por doquier; innumerables scalextric que se abren paso rozando los perfiles de los altos edificios con quiebros inverosímiles; un metro o un tren rápido cada dos por tres y cientos de accesos y salidas para entrar y salir de sus numerosas estaciones; tiendas de lo más variopintas están abiertas casi todo el día y parte de la noche, y todo el tiempo, en todas partes, gente, mucha. Hasta 38 millones de habitantes parecen convivir en paz y armonía en Tokio.
Hay pocos templos o lugares de interés histórico o arqueológico, muchos ritos y tradiciones, y almendros –sobre todo en primavera–, que los japoneses adoran. Tokio es una capital de vértigo y llena de contrastes, donde el traqueteo de los trenes rápidos por encima de la ciudad, los cantos constantes de las cigarras y lo que parecen graznidos de cuervos son los sonidos de la urbe.
Estas serán las primeras impresiones que percibirá el viajero que aterriza en la capital de Japón.
Un mundo de sensaciones
Tokio parece también la ciudad de las mil caras y casi todas amables. Sus barrios más famosos y de obligado recorrido, aunque solo sea por contemplar el espectáculo callejero que ofrecen, poco tienen que ver entre sí y tampoco las gentes, las numerosas tribus urbanas que los recorren incansables. Un escaparate de disfraces humanos con vida propia para deleite de la vista y del ojo de la cámara y donde las novedades se devoran ávidamente. Todo en esta ciudad parece excesivo, a veces exagerado y otras extravagante, pero nada parece dejado al azar o la improvisación. Sorprende –y muy gratamente– la pulcritud y limpieza de cada rincón; de ahí, quizá, la sorpresa también a los ojos de los foráneos de la escasez de papeleras. Nos choca que apenas hay tráfico privado –y menos por la noche– sobre las anchas avenidas y, a pesar de ello, y aunque no circulen coches a la vista, ningún peatón cruzará la calle antes de que el muñequito del semáforo se torne en verde. Los extranjeros, sí.