Historia, pregunta formulada por mathea1983, hace 4 meses

¿Cuáles son las típicas formas de presentar a los gitanos en las noticias en tu país? (Colombia)

Respuestas a la pregunta

Contestado por army12743
0

Respuesta:

a última vez que el gitano Tosa vivió en una gran carpa fue a las faldas del Nevado del Ruiz. Tenía 12 años y en su memoria aún está fresca la imagen de un “caballo flaco y debilucho” que arrastraba un pesado carruaje. Junto con él, se desplazaba todo el clan con sus alfombras, velos, utensilios y demás corotos.  

Acompañados por el sonido de las ollas y sartenes de cobre y de las notas de un violín, que rascaba alguno de los “mayores”, la caravana se abría paso lentamente por caminos de herradura. Los “particulares” llevados por la curiosidad –recuerda Tosa– gritaban cada vez que nos veían pasar: “¡Ahí vienen los gitanos!”.

Con permiso previo de las autoridades, “la tribu” se instalaba a unos dos kilómetros del pueblo más cercano. Hasta allí, los hombres vestidos de chaleco oscuro, camisa y pantalón de lino, botas y sombrero acudían a comprar las provisiones. En las mañanas, algunos se dedicaban al chalaneo o doma y venta de caballos. Otros trabajaban en la forja de metales. Las mujeres, por su parte, con sus largos y coloridos vestidos, se ganaban “unos cuantos centavos” leyendo la palma de la mano.

El Acuerdo de Paz también está en lenguas nativas

Informe revela grave crisis de la educación en la población indígena

Correrías de varios días y hasta semanas, que en ocasiones despiertan la nostalgia de este manizalita de 61 años, cuyo nombre en español es Hernando Cristo. “Nosotros amábamos vivir a las afueras, en nuestras toldas, a la luz de las velas. Hoy en día, ya nos acostumbramos, como ustedes, a vivir en casas y a subir escaleras”, comenta mientras se dirige a su apartamento en el barrio Galán, occidente de Bogotá.

Hernando Cristo

El patriarca gitano Hernando Cristo, ‘Tosa’, de padre ruso y madre griega, con su esposa, Nubia Gómez, y su hija menor, Marcela. La foto es del 2006.

 

De padre ruso y madre griega –que huyeron de la Alemania nazi–, este gitano de ojos claros y bigote encanecido es conocido en su comunidad como el ‘Patriarca’. Un jefe de familia o seró rrom, en lengua romaní, al que todos los gitanos llaman ‘Tío’ y al que profesan un gran respeto. Admite que sabe leer, pero no sabe escribir, y que para “defenderse en los negocios” aprendió a hacer las cuentas con sus dedos.

“Nuestra vida era un permanente andar. No estudiamos y eso ahora nos hace sentir arrepentidos”, dice mientras se toma el segundo café de la mañana y enciende su tercer cigarrillo. “Llegábamos a un pueblo o caserío y buscábamos al profesor de la escuela. Estudiábamos uno o dos meses y nuevamente emprendíamos el viaje. Así era imposible aprender”, evoca con un leve gesto de insatisfacción.

Tosa, o el ‘Patriarca’, forma parte de una de las 11 kumpañy o territorios del pueblo rom donde se encuentran ubicados los gitanos en Colombia, grupos familiares a cuya cabeza está siempre el padre y que a lo largo de los años han establecido alianzas para vivir cerca o seguir itinerando. Clanes unidos por la solidaridad y por ese espíritu libre que caracteriza al pueblo gitano.

En Bogotá están ubicados en barrios como Galán –donde viven cerca de 200 gitanos–, Kennedy, Marsella, La Igualdad y Bosa, principalmente. Existen además asentamientos de gitanos en Sahagún y San Pelayo, en Córdoba; Sampués, en Sucre, Sabanalarga, Envigado, Girón, Cúcuta, Tolima y Pasto, único lugar del país donde aún viven en carpas. Según el último censo del Dane, son 4.858 los gitanos que viven en Colombia, aunque para el Proceso Organizativo del Pueblo Rom (Prorom) la cifra ya superó los ocho mil.

Los une la shib rromaní (lengua romaní) o romanés, su lengua materna, aquella que Tosa aprendió de sus mayores solo a la edad de siete años, cuando logró superar su tartamudez. Un hecho que agradece a los viejos que le dieron tabaco para masticar y “aflojar la lengua”. Así aprendió a hablar lo que este artesano y negociante de objetos en cobre llama “la jeringonza”, que todo gitano aprende en el seno de su familia. “No hablar el romanés sería perder gran parte de nuestra cultura”, anota. Con la práctica de su idioma, los gitanos levantan una especie de frontera y demuestran cierto poder cuando están en presencia de un gadzhé o particular, o simplemente un “payo”, como suelen llamar a la persona que no pertenece a su etnia. Un elemento que los revitaliza culturalmente en celebraciones especiales como fiestas, “pedimientos” o pedidas de mano, matrimonios y para administrar justicia.

Explicación:

Otras preguntas