cuales son las propiedades de las estrellas
Respuestas a la pregunta
Las estrellas quedan a distancias inconcebibles de la Tierra. Incluso las más próximas están a varios años luz de distancia y un año luz son 9,5 billones de kilómetros, lo cual significan que son, aun para los telescopios más potentes, meros puntos luminosos. No obstante, se sabe cómo, se puede extraer de ellos una considerable cantidad de información.
Las estrellas del cielo nocturno varían mucho en brillo y color. Como el color de cualquier objeto radiante depende de su temperatura, esa sola información nos permite calcular lo caliente que es la estrella. Igual que una bola de metal calentada en un horno se pone roja primero, amarilla luego y blanca más tarde y, por fin, azul, las estrellas azules resultan ser más calientes que las rojas.
El brillo es una característica más compleja, pues no sólo depende de la energía intrínseca de la estrella (lo que suele denominarse su «luminosidad»), sino también de la distancia a la que está de la Tierra, puesto que la estrella irradia una cantidad limitada de energía, que se esparce a una región más y más grande de espacio conforme aumenta la distancia. Las estrellas están demasiado lejos para utilizar los sistemas convencionales de medición de las distancias, por lo que los astrónomos emplean diversos métodos, según su lejanía. El primero de ellos, útil para las estrellas cercanas, sobre todo, es el llamado «paralaje estelar». El paralaje es la ilusión de que un objeto se ha movido; se crea cuando se observa un objeto desde dos puntos distintos contra un fondo más lejano. Cuanto mayor es la distancia entre los dos puntos de observación, mayor es el movimiento aparente del objeto y más fácil resulta medir la distancia. Por fortuna, para medir el efecto no necesitamos cambiar de ubicación nuestro observatorio, puesto que la órbita anual de la Tierra en torno al Sol nos lleva al otro extremo de un círculo de 300 millones de kilómetros de diámetro cada seis meses.
Armados con la información del paralaje, es relativamente sencillo determinar la luminosidad de una estrella por su «magnitud aparente» en los cielos terrestres. Esto empieza a revelar patrones que, hoy, permiten a los astrónomos calcular el brillo de una estrella sólo por las cualidades de su luz mediante la espectroscopia.
Más difícil resulta la medición directa de la masa de una estrella, pero las órbitas de las estrellas dobles y múltiples permiten determinar sus masas relativas. Con esta información, se puede observar como las diferencias de masa han afectado a la evolución de diversas estrellas que se han formado al mismo tiempo, a partir del mismo material. La masa que adquiere una estrella resulta un factor decisivo que determina como desarrollará su vida y como morirá.
Respuesta:
Las estrellas quedan a distancias inconcebibles de la Tierra. Incluso las más próximas están a varios años luz de distancia y un año luz son 9,5 billones de kilómetros, lo cual significan que son, aun para los telescopios más potentes, meros puntos luminosos. No obstante, se sabe cómo, se puede extraer de ellos una considerable cantidad de información.
Las estrellas del cielo nocturno varían mucho en brillo y color. Como el color de cualquier objeto radiante depende de su temperatura, esa sola información nos permite calcular lo caliente que es la estrella. Igual que una bola de metal calentada en un horno se pone roja primero, amarilla luego y blanca más tarde y, por fin, azul, las estrellas azules resultan ser más calientes que las rojas.
El brillo es una característica más compleja, pues no sólo depende de la energía intrínseca de la estrella (lo que suele denominarse su «luminosidad»), sino también de la distancia a la que está de la Tierra, puesto que la estrella irradia una cantidad limitada de energía, que se esparce a una región más y más grande de espacio conforme aumenta la distancia. Las estrellas están demasiado lejos para utilizar los sistemas convencionales de medición de las distancias, por lo que los astrónomos emplean diversos métodos, según su lejanía. El primero de ellos, útil para las estrellas cercanas, sobre todo, es el llamado «paralaje estelar». El paralaje es la ilusión de que un objeto se ha movido; se crea cuando se observa un objeto desde dos puntos distintos contra un fondo más lejano. Cuanto mayor es la distancia entre los dos puntos de observación, mayor es el movimiento aparente del objeto y más fácil resulta medir la distancia. Por fortuna, para medir el efecto no necesitamos cambiar de ubicación nuestro observatorio, puesto que la órbita anual de la Tierra en torno al Sol nos lleva al otro extremo de un círculo de 300 millones de kilómetros de diámetro cada seis meses.
Armados con la información del paralaje, es relativamente sencillo determinar la luminosidad de una estrella por su «magnitud aparente» en los cielos terrestres. Esto empieza a revelar patrones que, hoy, permiten a los astrónomos calcular el brillo de una estrella sólo por las cualidades de su luz mediante la espectroscopia.
Más difícil resulta la medición directa de la masa de una estrella, pero las órbitas de las estrellas dobles y múltiples permiten determinar sus masas relativas. Con esta información, se puede observar como las diferencias de masa han afectado a la evolución de diversas estrellas que se han formado al mismo tiempo, a partir del mismo material. La masa que adquiere una estrella resulta un factor decisivo que determina como desarrollará su vida y como morirá.
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