Cuales son las penínsulas bahías cabos golfos islas y estrechos de la región nórdica atlántica mediterránea del este y países del Cáucaso
Respuestas a la pregunta
Cáucaso, resulta
que es una enorme garganta que une y separa el mundo eslavo meridional
del antiguo Imperio otomano, del ruso, de Persia y del Mediterráneo. Zona
fronteriza, confluencia difícil de religiones, campo de batalla entre distintos
niveles de civilización. No solo musulmanes y cristianos: el mundo de la
ortodoxia cristiana está presente desde los tiempos de Miguel I Cerulario,
siglo xi. El Cáucaso, además de campo de batalla, es zona de comercio,
tierra de paso. De oleoductos y gasoductos, pero también de caravanas
procedentes de China, India, Persia, Indochina y los árabes del sur, desde
La Meca hasta Marruecos y el Sáhara atlántico. Y por Oriente, no solo la
ruta de la seda, sino otras rutas: especias, piedras preciosas, pólvora, armas.
No puede mirarse el Cáucaso sin percibir la presencia del cíclope, Rusia,
cuya sombra se proyecta sobre la región, influida política y culturalmente
por el gigante euroasiático. El influjo de las grandes potencias en los
territorios o mares de su alrededor es una constante en la historia. Ejercida
de forma natural desde los primeros imperios, constituye una base de su
geopolítica. La seguridad y la prosperidad de un país buscan garantizarse
con la presencia, directa o indirecta, en las tierras y mares próximos, por
donde discurre el comercio, o por donde puede llegar la invasión. Rusia
no ha sido ajena a estos condicionantes, presentes ya en la creación del
Rus de Kiev en el siglo x. Desarrollado en torno al año 900, a orillas
del Dniéper, extendiéndose al norte de Ucrania, lo que hoy es Bielorrusia
y el oeste de la federación de Rusia, entre Moscú y el Báltico. Nada de este
reino en potencia llegaría a transformarse en algo parecido a un estado
hasta las décadas finales del 1600. El mundo eslavo en creación no llegó
a fraguar hasta entonces. Fue obra de enormes sacrificios y del esfuerzo
de pueblos enteros: pero una figura, la de Pedro el Grande, es la que lo
representó. Con un reinado de 43 años, Pedro I se distinguió sobre todo
por la labor titánica que supuso la desecación de millares de hectáreas
de terreno pantanoso sobre el que se levantó San Petersburgo, fundada
en la raya misma de los siglos xvii y xviii. Pero su obra peor conocida y
más relevante fue la alianza con Prusia, Dinamarca, Polonia, Sajonia
y Hannover, frente a Carlos XII, rey de Suecia. Tampoco este enfrentamiento
es materia de nuestro estudio, pero debe ser siquiera señalado. Pedro obligó
a trasformar el vestido de los rusos, desde el Ural a la frontera polaca,
forzándoles a adoptar una apariencia homologable con los occidentales.
Naturalmente, su deseo no pudo cumplirse. Pero que un poder sagrado,
el del zar, impusiera esos usos a sus súbditos fue un mensaje que todos,
príncipes, burgueses y siervos, entendieron sin necesidad de repetición.
Desde entonces, Rusia ha perseguido dos grandes objetivos, relacionados
con su seguridad y prosperidad, en el Cáucaso y otras regiones de vecinas o de su entorno. Primero, levantar un cordón sanitario que la aislara de
potenciales enemigos terrestres. Segundo, conseguir una salida a los mares
cálidos que la permitiese mantener abiertas las líneas comerciales los 12
meses del año. Estos objetivos han articulado la acción política y militar
de los rusos desde finales del siglo xvii.
Trescientos años después, estos dos objetivos se han redefinido en
función del entorno y las nuevas condiciones en materia de seguridad y
economía.