Ciencias Sociales, pregunta formulada por cristoferjhvb, hace 3 meses

Cuáles son las cuatro fases diferentes de la historia política de Atenas.​

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Contestado por XxkurmyxX
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Cuáles son las cuatro fases diferentes de la historia política de Atenas.

La fundación y el periodo monárquico

Atenas debe su nombre a Atenea, diosa protectora nacida de la cabeza de Zeus, cuya historia se confunde con la de la propia Grecia.

Los primeros pobladores fueron distintas etnias de jonios que se establecieron al lado del peñasco que más tarde vería surgir la Acrópolis, que se encontraban organizados en reinos.

Según la mitología Cécrope o Cécrops, de origen egipcio, fue el primer rey de la región Ática y al que se atribuye la fundación de Atenas. Hacia el siglo X a.C. sus habitantes se agruparon en doce ciudades y desde el principio Atenas ostentó la supremacía sobre el resto de las polis.

La leyenda atribuye a Teseo la unificación de las polis bajo el control de Atenas, tras someter a su principal competidora, la vecina polis de Eleusis. Tras la unificación se estableció la fiesta de las Panateneas, en honor a la diosa de Atenas.

La historia de Atenas fue evolucionando desde la primitiva monarquía a la aristocracia y desde ésta hacia la democracia.

El monarca dirigía los asuntos políticos y militares y estaba asistido por el Areópago, un tribunal de nobles con amplios poderes especialmente relacionados con la justicia.

De la oligarquía a la democracia

Hacia el siglo VIII la monarquía fue sustituida por un arcontado perpetuo, una especie de monarquía electiva, organizado por la oligarquía y formado por nueve miembros elegidos cada año por los eupátridas, los descendientes de los nobles que conquistaron la región Ática.

El descontento popular hizo que la aristocracia poco a poco fuese haciendo concesiones a las otras clases. Para evitar los abusos de poder lo primero que se hizo fue fijar por escrito las leyes.

El primer legislador fue Dracón que en el 621 a.C. dictó un código de leyes que pasaría a la historia como ejemplo de severidad, pero que constituyó un gran paso frente a la barbarie de la justicia primitiva.

A Dracón le sustituyó Solón, uno de los siete sabios de Grecia, famoso por su honestidad y patriotismo, quien hizo nuevas concesiones a las clases populares, siendo el germen de la primera democracia sobre la tierra. Solón, nombrado Arconte en el 594, realizó grandes reformas: aligeró a los campesinos de sus deudas; limitó el derecho de vida y muerte del padre de familia; dividió a la población en cuatro grupos según su riqueza y, por tanto, de su capacidad para participar en la guerra; creó la bulé, o consejo formado por 400 miembros, la ecclesia, o asamblea de los ciudadanos, e instituyó el tribunal popular de la helie.

Tras el sabio Solón, y siguiendo el descontento popular por la distribución de tierras, llegó al poder el tirano Pisístrato que enriqueció Atenas durante su tiranía. A Pisístrato le sucedieron sus hijos que hicieron bueno a su tirano padre, lo que fue motivo de nuevas revueltas, siendo por fin Clístenes, el líder del movimiento democrático en el 508 a.C., el que concedió la ciudadanía a todos los hombres libres y dio a Atenas su organización política definitiva.

El año 510 a.C. puede considerarse el año del nacimiento de la democracia en Atenas.

Clístenes reorganizó la bulé que pasó a tener 500 miembros que representaban a las diez tribus de Atenas, el areópago, que pasó a tener tres miembros, y el arcontado, a diez. La Asamblea de ciudadanos (ecclesia) aumentó considerablemente, al integrar a metecos, extranjeros domiciliados en la ciudad, y a los libertos.

Clístenes pasaría a la historia por la creación de la figura del “ostracismo”. Para defender a la democracia de la tiranía, la ecclesia tenía el poder de desterrar durante un cierto tiempo a un ciudadano que considerase peligroso para la soberanía popular. Mediante un procedimiento totalmente democrático, cada ciudadano emitía un voto secreto en el ostracon (concha de barro) en el que figuraba el nombre del ciudadano al que querían desterrar. El exiliado no perdía jamás la ciudadanía e incluso podía ser perdonado en una nueva votación

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