¿Cuáles fueron los medios de expresión pública que se desarrollaron a partir de la segunda mitad del siglo XIX en Chile?
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Explicación:La introducción de la imprenta en América del Sur fue un proceso muy lento y estuvo marcado por las tentativas de la Corona española por impedir su extensión y por el escaso desarrollo de un mercado lector que sustentara económicamente la empresa editorial. En el caso chileno, la introducción de la imprenta se realizó de manera tardía, dificultando el desarrollo de una cultura escrita. En el siglo XVIII, la elite criolla presionó de manera recurrente para la instalación de una imprenta, hasta que a mediados de siglo los jesuitas intentaron infructusamente hacer funcionar una primera imprenta. En 1776 apareció el primer impreso chileno del que se tiene noticia, un pequeño folleto de seis páginas llamado Modo de Ganar el Jubileo Santo, y en los años sucesivos se imprimieron volantes, pasquines y opúsculos, que son considerados como los primeros antecedentes de la industria impresora en Chile.
Respuesta:Superada la crisis de 1857 y resuelto el conflicto provocado por la Revolución de 1859, Chile parecía caminar sin problemas hacia las metas trazadas por el gobierno y por los intelectuales que lo apoyaban. No desapareció la oposición, pero los ánimos se tranquilizaron y con el positivismo de la mano las cosas se vieron más claras.
Con mucha razón José Luis Romero (1976) señaló, hace algunos años, que gobernar los nuevos países latinoamericanos suponía imaginar y poner en funcionamiento una política que requería una interpretación de la sociedad.
Al respecto, Romero traza las líneas gruesas de aquella interpretación que, en algunos casos, sostiene, se hizo intuitivamente. En su opinión, nuestras elites percibieron la sociedad como la suma de individuos racionales, libres e iguales que constituían un conjunto orgánico que funcionaba a partir de un cierto pacto social. En ese conjunto orgánico residía la soberanía, una soberanía que se legitimaba por los rigurosos deberes del ciudadano y por las obligaciones del cuerpo social, especialmente, de quienes habían asumido la responsabilidad de gobernar. Las libertades individuales debían ser celosamente resguardadas, pues lo más importante era el individuo y sus libertades, cuyo único límite era la libertad de los demás (1976:205-206). Esa sociedad ––agrega Romero–– no fue imaginada como una sociedad de iguales, pues se presumió que para que el individuo pudiera aspirar a los derechos individuales, debía ser racional y libre, es decir, disponer de una cierta ilustración. La verdadera sociedad, concluye Romero, la constituía la “gente decente” (1976:206-207). Tales eran las primeras señales del positi-vismo que se impondría en la segunda mitad del siglo XIX.
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